La procesión va por fuera y por dentro. El lobo marino dorado, descomunal, firmado por Marta Minujín, resplandece a sólo unas cuadras del Espacio Unzué desde hace algo más de un año, cuando inauguró el Museo de Arte contemporáneo MAR, por el que desde diciembre de 2013 hasta ahora pasaron dos millones de personas, de acuerdo con las estimaciones oficiales. Puertas adentro del edificio gris y transparente, la muestra Horizontes de deseo convoca familias, jóvenes, niños, en visitas guiadas o sueltos, en la confitería o en actividades allí. A la vera del museo, cientos zigzaguean entre carpas con productos gourmet, libros, números musicales. Si a la mañana, con las salas de muestra más o menos solitarias, en la confitería de MAR no es raro encontrar runners que se reponen del deber cumplido, por las noches entre el Espacio Unzué y el MAR hay otra procesión: son sólo seis cuadras entre un espacio y otro. Desde el Unzué, el coordinador del área Histórico-Cultural, Recanatesi, refiere que “ahora hay un eje norte más concurrido, un circuito cultural que ha se habilitado informalmente como una avenida de la cultura”.

Desde el MAR, el presidente del Instituto Cultural bonaerense, Jorge Telerman, observa que hay un cambio, porque antes “el circuito de salidas que generaba mayor convocatoria y comunicación se extendía del centro a la zona sur, pero ahora se percibe mayor movimiento hacia el norte: hay una revitalización comercial de la avenida Constitución, aparecen notas que dan cuenta de que las playas del norte se instalan como una nueva tendencia de playas sin carpas, con personas que prefieren más contacto con la naturaleza, con surfers, también”. Ese nuevo eje urbano y lo que podría augurar, agrega Telerman, también se puede apreciar en algo bastante más prosaico: “En la primera línea de edificación, hay más construcción de edificios de diseño de alta gama, y hay inmobiliarias de la zona que publicitan sus propiedades en relación con la cercanía al museo”.