Lunes, 27 de julio de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Mempo Giardinelli
Una extraordinaria nota de la colega Loreley Gaffoglio, en La Nación de ayer, me confirma que estamos en vísperas de perder la más grande conquista ambiental de nuestro país en todo lo que va de este siglo.
Me refiero al Parque Nacional El Impenetrable-La Fidelidad, sobre el cual desde hace años vengo escribiendo artículos en este diario y en otros medios, y que es una de las más valiosas joyas ecológicas de la Argentina. Hace sólo un par de semanas, por cierto, fue declarada una de las diez más hermosas joyas naturales del mundo. Sí, del mundo, según una nota firmada por Mark Johanson para la CNN que cualquiera puede leer: http://www.cnn.com/2015/07/20/travel/ nature-reserves/
Somos muchos, muchísimos los argentinos que trabajamos por este Parque maravilloso que es el último refugio de cientos de especies de animales, aves y árboles de maderas preciosas como el palosanto, y que ahora hasta la propia Administración de Parques Nacionales (APN) y el Ministerio de Turismo de la Nación parecen haber abandonado de modo inexplicable.
Este parque fue creado por ley del Congreso en octubre pasado gracias al impulso de cientos, miles de integrantes de prácticamente todas las ONG ambientalistas de este país, que protagonizaron en el Chaco la que puede ser considerada una gesta ambiental ejemplar. Junto a decenas de miles de chicos y chicas que han venido siendo concientizados para amar la naturaleza, y hoy se sienten, nos sentimos, todos traicionados.
Por eso escribo conmovido y furioso. Porque en este abandono hay claras responsabilidades compartidas. Del gobierno nacional en primer término, porque ya sabemos que si hay un aspecto en el que el kirchnerismo erró el camino en estos doce años es la materia ambiental. Pero también, y a la par, de la oposición toda, absolutamente toda, porque lo único que ha hecho y hace es silencio, y silencio cómplice de poderosos intereses empresariales involucrados en la depredación. Y eso además de que su propia historia condena a la hoy oposición, toda, la cual jamás, ni siendo gobierno, se interesó por la defensa del patrimonio ambiental de este país que en un tiempo no demasiado lejano fue uno de los más ricos y con mayor diversidad de fauna y flora del mundo.
Sólo rescato el accionar del gobernador provincial, Jorge Capitanich, que es la persona que más hizo por este parque, cuando era sólo una idea y hacía falta decisión política para llevar adelante una idea que después llegó a ser ley. Me consta su compromiso absoluto y constante, igual que el del senador Eduardo Aguilar, artífice con otros legisladores de la ley 26.996 que creó este parque nacional. Con ambos, todas las organizaciones ambientalistas del país se sintieron entendidas y apoyadas, y eso me consta porque llevo años viéndolos comprometidos con ese tesoro de 150.000 hectáreas de la ex estancia La Fidelidad del lado chaqueño. (Porque las otras 100.000, del lado formoseño, desdichadamente ya han sido casi totalmente arrasadas con la complicidad o por lo menos tolerancia de las autoridades de esa provincia, y hace rato que muchos perdimos la esperanza de que al menos se detengan la caza furtiva en caravanas, la tala brutal y mecanizada de los bosques más ricos de la Argentina, y la depredación generalizada.)
La acción política consistente de un puñado de dirigentes chaqueños y de muchos ciudadanos que nos jugamos por el Parque y la defensa de la naturaleza local, y una ley de la nación, ahora se ve burlada día a día con la instalación sistemática de campamentos de cazadores furtivos, y los safaris de negociantes internacionales que matan animales con armamento cada vez más sofisticado. Sobran pruebas incluso fílmicas de esto.
Hay que vivir aquí y tener el cuero duro, además, para aguantar las acusaciones de ignorantes y necios que suponen que esta defensa ambiental se hace “por dinero”, cuando algunas personas jamás hemos recibido un centavo por impulsar la creación y protección del parque.
Y está claro, además, que en este asunto hay una feroz corrupción judicial, e incluso mediática porque aquí en el Chaco es impresionante el modo como se confunde a la ciudadanía mediante cautelares que se cuentan por decenas y son todas otorgadas en beneficio de administradores judiciales y abogados que dicen defender “derechos sucesorios” pero son traficantes de animales y especuladores profesionales, y así se ha impedido que el parque nacional se traspase a manos de la APN para su cercado, cuidado y control efectivo, que es lo que manda la mencionada ley.
Escribo esto desde la angustia y la rabia, como hace mucho no lo hacía. Conozco muy bien esas tierras que, como chaqueño, siento que son mías y de toda la ciudadanía de esta provincia. Desde hace mucho visito El Impenetrable varias veces cada año, tengo amigos, la Fundación que presido ayuda en el sostenimiento de media docena de escuelas monte adentro, amo a sus docentes abnegados y a los hermanos wichí y qom que he visto llorar con la misma impotencia y furia contenida que me gobierna en esta nota.
Disculparán los lectores el tono enfático, pero estoy tan indignado, tan adolorido frente a este feroz atropello ambiental y a la actual inacción de la APN, a la que he defendido en varias ocasiones, que esta nota contiene mi última esperanza de que el verdadero poder de esta república reaccione de una vez con la voluntad política que en otros asuntos ha demostrado.
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