SOCIEDAD › EXITOSO VUELO DEL PRIMER VIAJE ESPACIAL PRIVADO DE LA HISTORIA
Una vuelta del perro en el cosmos
La nave, desarrollada y lanzada por capitales norteamericanos, llegó a los 103 kilómetros de altura y permaneció cuatro minutos fuera de la atmósfera. Fue tripulada por un hombre de 62 años. La experiencia abre una nueva era: la de la privatización de la carrera espacial. Por ahora, el objetivo es abrir el cosmos al turismo. En un futuro cercano, los vuelos suborbitales costarían unos 100 mil dólares, aunque se espera que en 2010 bajen a 10 mil.
Por Pedro Lipcovich
Ayer abrió sus puertas la era del turismo espacial: se efectuó con éxito el primer vuelo suborbital íntegramente desarrollado y financiado por empresarios privados. La nave, tripulada por un piloto de 62 años, fue lanzada desde el primer “puerto espacial comercial” autorizado por la NASA, en Estados Unidos, y alcanzó una altura superior a los 100 kilómetros, considerados como límite de la atmósfera terrestre, para regresar normalmente en pocos minutos. El diseño del vehículo incluyó avances en cuanto a los motores y los materiales, de bajísimo peso, destinados a asegurar su viabilidad en términos de costo-beneficio. El proyecto se financió con un aporte de 20 millones de dólares de Paul Allen, uno de los fundadores de Microsoft, y tiene fuertes chances de ganar un premio de 10 millones de dólares destinado a fomentar el turismo espacial. El precio de los viajes al espacio rondaría inicialmente los cien mil dólares, de modo que lo más conveniente sería seguir veraneando en Villa Gesell hasta que en 2010, según se espera, la competencia haga bajar las tarifas hasta sólo 10.000 por cada pasaje cósmico. La flamante carrera espacial entre empresas comerciales se inscribe en la política de la NASA que propicia derivar emprendimientos rentables a manos privadas, reservándose áreas como la exploración de otros planetas.
Ayer a las ocho y cuarto de la mañana, la nave “SpaceShipOne” empezó su breve, altísimo viaje adosada al avión “White Knight”, fabricado especialmente para transportarla. En poco menos de una hora, el avión la llevó a 15 kilómetros de altura. Allí la “SpaceShipOne” fue liberada y su piloto, Mike Melvill, de 62 años, encendió el cohete que se mantuvo en acción durante más de 80 segundos, alcanzando una velocidad 3,2 veces superior a la del sonido –más de 3000 kilómetros por hora–; después, durante tres minutos, ya apagado el cohete, en absoluto silencio, la nave siguió subiendo hasta llegar a los 103 kilómetros de altura.
A ese nivel, Melvill podía ver la curvatura de la tierra: “Es casi una experiencia religiosa”, declaró después. En realidad, muchos astronautas han visto la Tierra desde más arriba, en órbitas a 400 kilómetros de la superficie, pero ninguno había vislumbrado, como Melvill, el color del dinero: el piloto es vicepresidente de la empresa Scaled Composites, presidida por Burt Rutan, afamado ingeniero aeroespacial que diseñó la nave.
Luego de casi cuatro minutos de ingravidez, el “SpaceShipOne” empezó su descenso; primero, gracias a un diseño especial, con sus alas plegadas para disminuir el rozamiento contra la atmósfera. Cuando llegó a los 25 kilómetros de altura, siguió descendiendo como un avión normal hasta aterrizar normalmente, 17 minutos después, en el aeródromo del cual había partido, el Centro Civil de Ensayos Aéreos en el desierto de Mojave, a 160 kilómetros de Los Angeles, que a mediados de este mes fue autorizado por la FAA –organismo que en Estados Unidos administra el transporte aéreo– como punto de partida para vuelos espaciales privados.
Dentro de los próximos 15 días, la experiencia deberá repetirse con tres tripulantes: los dos viajes en ese lapso son la condición para obtener el premio “X-Prize”, de 10 millones de dólares ofrecido por un grupo de sponsors (ver aparte). El requisito de los tres asientos es lo que demuestra la capacidad para transportar clientes pagos; la proximidad entre ambos viajes demuestra la confiabilidad y operatividad comercial del vehículo.
La firma Scaled Composites ya cuenta con una inversión superior a los 20 millones de dólares que Paul Allen, cofundador de la empresa Microsoft, efectuó después de que el ingeniero Burt Rutan le bosquejara en una servilleta de papel el diseño de su espacionave. Rutan tiene una trayectoria brillante en diseño de aeronaves, entre ellas el “Voyager”, primer avión que logró circundar el mundo sin escalas nireaprovisionamiento, en 1986. El piloto Melvill nació hace 62 años en Sudáfrica y en 1970 se instaló en Estados Unidos y se hizo ciudadano norteamericano. Tiene 6400 horas de vuelo cumplidas en 111 distintas aeronaves. El vuelo de ayer fue presenciado por su esposa, sus hijos y sus cuatro nietos.
Desde el Centro Goddard, de la NASA, el argentino Mario Acuña comentó que “si bien los vuelos suborbitales comenzaron en la década del 50 con el avión-cohete X-15 y fueron precursores de los lanzamientos orbitales, la nave diseñada por Rutan tiene importantes innovaciones, en especial en los motores ‘híbridos’, que combinan combustible líquido y sólido, y en la incorporación de materiales de muy bajo peso como las fibras de carbono y epoxis”. La “SpaceShipOne” pesa sólo dos toneladas. Menor peso y mayor eficiencia se traduce en menores costos, lo cual es esencial en un proyecto comercial como éste.
Scaled Composites se propondría cobrar unos 100.000 dólares el pasaje para la excursión suborbital durante los primeros cinco años, confiando en no tener todavía competencia; alrededor de 2010, los precios deberían descender hasta unos 10.000 por cada boleto.
De todos modos, el privilegio de ser el primer turista espacial ya quedó a nombre de Dennis Tito, quien pagó 20 millones de dólares a la agencia espacial rusa por una semana en órbita en la estación MIR. Pero en ese caso no se trataba, como ahora, de un proyecto orgánico que entregara a la iniciativa privada el turismo espacial, sino de un recurso excepcional para atenuar una crisis presupuestaria.
Ahora, “la NASA ve con buenos ojos actividades privadas como ésta –señaló Acuña–: tarde o temprano pueden conducir al desarrollo de servicios que le sean útiles a la Agencia. Y, sobre todo, el papel actual de la NASA es generar y desarrollar las ideas más avanzadas y riesgosas: una vez validadas las tecnologías, diversas actividades se transfieren a la industria privada, como fue en su momento el caso de los satélites de comunicaciones. En los últimos tiempos, la función de la agencia se redefinió en el orden de priorizar la exploración tripulada hacia otros planetas, si bien es cierto que todavía no está claro si se obtendrá la financiación estatal necesaria”.
El turismo espacial privatizado no tendrá ese problema.