SOCIEDAD › ASESINAN Y MUTILAN A UNA NENA EN LLAVALLOL

Un crimen con sello mafioso

Un hecho sangriento, con el salvajismo propio de un crimen mafioso, alteró la monotonía de un barrio de Llavallol, en el partido de Lomas de Zamora: el asesinato de una nena de 11 años a la que su verdugo degolló, apuñaló 27 veces, le amputó los dedos de las manos, dejó una herida en forma de triángulo en la zona de la pelvis y le despedazó la vagina con un cuchillo. El crimen ocurrió al mediodía, mientras la niña estaba sola en su casa y se aprestaba a ir al colegio. Algunos testigos afirman haber visto que dos jóvenes forzaron a la nena para entrar a la vivienda. Pero una vecina que declaró en la causa dijo que se trataba de uno solo y que se lo topó mientras huía. Aún no hay detenidos, pero se elaboró un identikit y, en la escena del crimen, se encontraron huellas digitales. Los investigadores de la DDI Lomas de Zamora determinaron que, por sus características, el crimen se trataría de un “mensaje mafioso” o de una “venganza” contra los padres de la pequeña víctima.
El hecho ocurrió en una vistosa vivienda de dos plantas ubicada en Rauch 911, esquina Pobladora. Allí, en el primer piso, el cuerpo de Romina fue descubierto por su hermana de 15 años y la empleada doméstica, cuando volvían al hogar. Romina estaba tirada en el piso de su habitación y con su uniforme de la escuela ensangrentado. Vivía con dos hermanos, un varón de 13 y la de 15, y sus padres, Porfirio y Petrona Soto, de nacionalidad boliviana. Ambos son comerciantes, tienen una modesta verdulería y un pequeño local de venta de “todo por dos pesos” a dos cuadras de su hogar. La madre se enteró de la muerte de su hija mientras atendía la verdulería, en tanto que el padre hacía compras en un supermercado de la zona.
Rápidamente, efectivos de la comisaría de Llavallol se hicieron presentes en el lugar y, más tarde, miembros de la Policía Científica. Agapito Otero, tío de Romina, aseguró a Página/12 que el hecho “fue un robo, igual que el de hace más de un año”. Sin embargo, los peritajes determinaron que los criminales no se llevaron nada de la vivienda.
Una testigo relató que se topó con uno de los asesinos luego de verlo saltar un muro de 2,5 metros, en el garaje de la casa. Olga, una vecina que habló con la testigo –antes de que en la comisaría le pidiesen silencio sobre el caso–, describió al presunto asesino como “un muchacho jovencito, de unos 20 años y peladito”, en tanto que el otro, que habría sido visto mientras entraba a la casa pero del que no hay detalles, “también era joven y tenía un buzo con capucha roja”.
Casi un centenar de vecinos rodeó la casa y elaboró diversas hipótesis que giraban en torno de una presunta comercialización de drogas. Pero “la verdad es que esta gente es buena, muy trabajadora y nunca anduvo en nada raro”, aseveró Ricardo Lanza, vecino y amigo de la familia Soto. Las sospechas de que la familia “anda en algo turbio” se desprenden de las características de su vivienda, que es la más llamativa en un barrio de clase media baja.
El crimen de Romina es el hecho más violento que sufrieron los Soto, ya que, según Walter, un remisero del barrio, “hace un año y medio, mientras llevaba a los tres chicos al colegio, una de las nenas me contó que tres tipos habían entrado a robar a la casa, que los amordazaron, maniataron a los padres y robaron un montón de plata”. Además, en febrero último, un sector de la vivienda habría sido intencionalmente incendiado. Y el miércoles último, Porfirio Soto habría resistido el robo de su camioneta cuando estaba entrando a su casa.
En el lugar estuvieron el jefe de la DDI de Lomas de Zamora, José Luis Rivero; miembros de la Policía Científica y el fiscal de la causa, Nicolás Viturri, quien manifestó no haber visto “nunca una cosa tan horrorosa”.

Informe: Adrián Figueroa Díaz.

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