SOCIEDAD

Una vuelta a las arenas del Loco de las Dunas

En Villa Gesell apuestan a un regreso a los orígenes. Menos cemento, y más arena y madera. Las cifras acompañan la movida: en la primera semana de 2005 llegaron 92 mil turistas.

Por Carlos Rodríguez
Desde Villa Gesell

“¿Cómo son las nubes en Villa Gesell?” Luis Baldo, el intendente radical de Villa Gesell, adjudica la frase a una tía suya que cuando el balneario era apenas el sueño en marcha del Loco de las Dunas, como le llamaban al fundador Carlos Idaho Gesell, solía hacer la pregunta por su incredulidad acerca de las maravillas que se hablaban de un lugar que a mediados del siglo pasado parecía ser el paraíso en la tierra. Hoy, sentado a la mesa del bar Barajas, en 3 y 104, Baldo sabe como siempre supo que las nubes de Gesell son iguales a las de cualquier lugar del mundo, aunque en la intimidad piense que son únicas, como la Villa misma. “A mí me traía mi padre y hoy yo traigo de la mano a mi hijo.” Claudio Morena, a los 45, no es intendente de ningún lugar y lleva colgado sobre los hombros, ni siquiera de la mano, a su hijo Patricio, de 8 años que parecen 5, si se toma en cuenta el cuerpo menudo. El fanatismo de Morena, como el de Baldo y el de buena parte de los 92 mil turistas que llegaron a estas playas en la primera semana de 2005, les hace pensar a todos que es el Paraíso el que se parece a Gesell.
El intendente Baldo apuesta todo a mantener esa mística playera que en los ‘90 se había empezado a modificar con peluquerías y lavaderos que achicaban groseramente los espacios de playa y hasta de sol. “¿A quién se le ocurre peinarse en la playa? La playa y el mar deben resguardarse en todos lados, pero mucho más en Gesell, porque eso es lo que buscan todos los que llegan año tras año”, dice Baldo como si leyera una Biblia. Los turistas que llenan las playas que van desde la calle 310 hasta el paseo 151 parecen darle la razón. El contacto con la naturaleza es lo que más defienden los habitués, aunque tomar sol en la playa sea muchas veces una odisea que incluye soportar pelotazos arteros de decenas de futbolistas que juegan cada picado como si fuera la final del Mundial de Fútbol, sufrir guitarreros que destripan con igual voracidad tangos o rockanroles y también gozar, por supuesto, de las chicas que obligan a pensar que ciertas redondeces son frutos del paraíso.
“El deporte en Gesell es algo sagrado, algo que se respeta, se valora y se practica todos los días en la playa”, asegura Guillermo “El Mono” Crinigan, el guardavidas más popular del Balneario Norte y organizador, como miembro del Sindicato Unico que reúne a los trabajadores del sector de todo el país, de competencias de natación combinadas con atletismo. “Nosotros venimos de Bahía Blanca, somos 11, un equipo completo, y todos los días jugamos al fútbol en la playa; la onda de la gente es buenísima, se bancan los pelotazos y con sonrisas.” Luciano, 19 años, luce una camiseta de Olimpo que le está quedando chica. En ningún momento deja de pegarle a la pelota, como si quisiera impresionar con el dominio del balón. “Son insoportables, pero qué le vamos a hacer: esto es Villa Gesell”, desliza María, 20 años, estudiante cordobesa y “adicta a estas playas desde que tenía 15”.
Siempre aparece la mística, esa razón del alma a la que apelan el intendente Baldo y el secretario de Turismo, Jorge Ziampris, para justificar el buen momento que está pasando la Villa. “En diciembre tuvimos 209 mil visitantes y en la primera semana de enero ya llevamos 92 mil. En diciembre tuvimos un 7 por ciento más de turistas que en el 2003, sobre todo por el aluvión de gente que vino en la segunda quincena. Si se mantiene la tendencia de lo que va de enero, también vamos a superar en el primer mes del año lo sucedido la temporada anterior”, anticipa Ziampris. “Y lo más importante –subraya el responsable del área turística– es que subió lo ocupación hotelera, que llega en estos momentos al 90 por ciento de la capacidad y que abre muy buenas perspectivas para febrero.”
Además del fútbol, en las playas de Gesell, por tercer año consecutivo, se juega campeonatos de Cesto Beach, una variante del Cesto Ball, un juego que para los torpes, como el cronista, es una mezcla rara de hándbol con básquet. A la altura del Paseo 125, por las mañanas se enseñan las reglas del juego a niños y adolescentes, y por las tardes se juegan partidos a suerte y verdad que hasta son relatados por alguna de las 25 chicas de la Federación de Cestoball que llegaron de la Capital Federal contratadas para difundir el deporte. “No estamos seguras de que todos puedan llegar a ser estrellas de este deporte, aunque algunos aprenden muy rápido, pero lo cierto es que se divierten y ése es el principal objetivo”, comentan Celeste y Marina, dos de las jóvenes instructoras. Las chicas recuerdan que ellas son discípulas de Andrea López Albarellos, que enseña el juego en la sede del club Dickens, en el Parque Chacabuco.
Como parte de las tareas encaradas para “volver a las fuentes”, como dice el intendente Baldo, este año “se han recuperado 40 mil metros cuadrados de arena” en las playas del centro, a partir de la decisión de demoler 15 balnearios, a todo cemento, cuya concesión había sido otorgada en los ’90. El contrato no fue renovado y una vez que se llame a licitación estarán prohibidas las instalaciones fijas, de cemento, que serán reemplazadas por Unidades Turísticas Fiscales, tal el nombre técnico de los emprendimientos, realizadas en madera, sobre pilotos del mismo material, que “en lo posible sean desmontables en el invierno”, aclara el intendente.
La ciudad no es la misma que vio Emilio Stark, el primer turista que llegó a Villa Gesell, inaugurada el 14 de diciembre de 1931, como dice la leyenda que escriben todos los días los oriundos de estas hermosas playas. “Lo que queremos es que siga vigente la visión naturista del fundador de esta ciudad, porque lo que hace la diferencia es la mística.”

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Con la arena hasta el cuello, así son las esperanzas locales.
 
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