SOCIEDAD
Una revista sobre la lucha armada
Se llama simplemente Lucha armada en la Argentina, es académica y es la primera en dedicarse únicamente a ese período de la vida política nacional del que se habla mucho más de lo que se lo estudia. Un esfuerzo de hacer historia deliberadamente alejado de la nostalgia acrítica.
Por José Natanson
En la Argentina pululan las revistas políticas y culturales de baja circulación, editadas por dirigentes políticos con ánimo de figuración, por fundaciones u ONG. Sin embargo, hay poquísimas revistas de debate histórico –una excepción longeva es Todo es Historia, de Félix Luna–, por lo que la aparición de Lucha armada en la Argentina es bienvenida como un ejercicio valioso de reflexión alrededor de un tema sobre el cual, curiosamente, hay poca producción teórica.
La idea
En 144 páginas, Lucha armada en la Argentina incluye un análisis de un texto canónico de aquellos años (en este caso, ¿Revolución en la revolución? de Régis Debray, a cargo de Oscar Terán), un largo reportaje a una figura emblemática –Juan Carlos Cibelli– y la investigación a fondo de una organización armada poco estudiada, en este número la Organización Comunista Poder Obrero. Además, se editan reseñas de libros y artículos sobre diferentes temas relacionados cargo de historiadores, politólogos, antropólogos y periodistas.
Con alusiones constantes a las figuras emblemáticas de los ’60 y los ’70 (el Che, Rodolfo Walsh, Paco Urondo), sobrevuela los diferentes artículos una visión que lleva implícito un balance cuestionador de la experiencia de la lucha armada, que es vista en clave de reflexión crítica y sin ese aire nostálgico –a menudo de soberbia nostálgica– que muchas veces tiñe los textos sobre el tema. Sus directores son Sergio Bufano, un periodista que supo militar en una fracción de las FAL, y Gabriel Rot, autor del libro Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina. “Nos planteamos este proyecto desde la certeza de que no hay una historia crítica de la lucha armada en la Argentina. Faltan estudios sobre la organización interna, sobre la construcción del sujeto militante”, explican los directores.
–¿A qué atribuyen este déficit?
–Las organizaciones no hicieron un balance político y las agrupaciones de izquierda hicieron evaluaciones muy fragmentadas, en general desde su pequeña mirada. Hay un vacío de estudios académicos, o de los suburbios de la academia, sobre esta experiencia, que no es menor: contabilizamos al menos 20 organizaciones armadas funcionando en diferentes lugares de la Argentina, pero todas las investigaciones se circunscriben al PRT-ERP y a Montoneros. Y aun sobre eso hay pocas cosas. Sobre Montoneros hay tres o cuatro libros, lo cual es muy poco si se tiene en cuenta la fuerza que llegó a tener la organización, que alcanzó a plantearse disputarle el poder a Perón y cuyo periódico, El Descamisado, llegó a tirar 250 mil ejemplares.
–¿La idea es plantear una mirada crítica?
–Sí. Creemos que es necesario revisar esa historia desde la política, la ideología, la subjetividad del militante. No somos conversos, no somos de esos que fueron militantes en los ’70 y ahora rechazan la experiencia de manera total, desde una posición ética muy distante, criticándola toda. Pero tampoco hacemos una reivindicación fuera de tiempo.
Diferentes miradas
Como sucede con este tipo de emprendimientos, y más en un primer número, el resultado es desparejo. Uno de los artículos más interesantes es la entrevista a uno de los fundadores de las FAL, Juan Carlos Cibelli, que cuenta con detalle los comienzos de la organización. Cibelli recuerda que a poco de empezar se tuvo que retirar durante dos años por problemas de salud y dejó la conducción a cargo de otro de los fundadores, que vivía tan paranoico con la seguridad interna que terminó paralizando cualquier acción por miedo a filtraciones. Tiempo después, los “mandos medios”, cansados de la inmovilidad, lo desplazaron y tomaron el comando de laorganización, iniciando una serie de acciones temerarias, como el robo al Banco Popular de Liniers, que les dieron visibilidad pública a las FAL, lo que a su vez atrajo a más militantes y dio pie a nuevas acciones. Tal era un loco, tal un desenfrenado, dice Cibelli, y en su relato revela un aspecto fascinante y poco estudiado: la relevancia de los rasgos personales a la hora de definir los contornos políticos, ideológicos y militares de las organizaciones guerrilleras.
En otro artículo, la historiadora Vera Carnovale analiza la noción de enemigo que manejaba el PRT-ERP, el tránsito de la concepción de enemigo de clase (la burguesía capitalista) al enemigo uniformado (los policías y los militares). La autora sostiene que el cambio supone una progresiva despolitización y una revaloración de las Fuerzas Armadas, que de garantes del orden social –instrumento de una clase– pasan a observarse como autónomas. Lúcido ejercicio de interpretación histórica, el artículo está basado en entrevistas en profundidad, que permiten sacar conclusiones sutiles y detenerse en aspectos que los estudios más abarcativos seguramente pasarían por alto.
Con ánimo de polémica, Bufano se plantea en otra de las notas cómo el vértigo de la violencia y la cercana presencia de la muerte contribuyeron a configurar una subjetividad militante en los integrantes de las organizaciones armadas. El punto de vista es atrevido y sin duda novedoso, pero da la sensación de que el autor se entusiasma demasiado con la perspectiva elegida y fuerza el análisis, lo que por momentos lo lleva a sacar conclusiones livianas: suena exagerado cuando sostiene que las ganas de abandonar el aburrimiento del exilio y reintegrarse a la acción –recuperar “la voluptuosidad de la vida revolucionaria”, en palabras de Bufano– es un motivo central para explicar la decisión de decenas de militantes montoneros de volver a la Argentina en la Contraofensiva de 1979.
Estos tres artículos son sólo algunos de los que integran el primer número de la revista, que se completa con notas de Pilar Calveiro, Hugo Vezzetti, Federico Lorenz y Silvina Merenson, entre otros.
La continuidad
Elaborada en base al esfuerzo de un pequeño grupo de personas, Lucha armada en la Argentina es una revista académica, a la que le haría falta un diseño más ordenado y que por momentos exhibe falencias graves, como una reseña de un libro que no hace referencia al libro –parece más bien un ensayo autónomo– o el abuso reiterado de la primera persona en los textos. Aunque la visión crítica es una constante, algunos episodios y personajes merecerían aclaraciones y puestas en contexto que faciliten la comprensión del lector que no vivió la experiencia de la lucha armada y tiene interés en indagar en ella.
Por lo demás, la publicación elude con inteligencia otras posibles debilidades –el tono nostálgico, la reivindicación acrítica– y cuenta con varios puntos a favor, entre los que sobresalen la evidente pluralidad de miradas y la voluntad de “abrir” la revista a intelectuales que no integran el núcleo fundador. “No pretendemos hegemonizar el debate, porque estamos convencidos de que no hay una memoria, sino que hay muchas memorias, y de que el balance político no se hace desde un grupo de intelectuales o desde una revista sino del conjunto de la sociedad”, sintetizan los directores.
La revista se puede conseguir en las librerías de la calle Corrientes.