SOCIEDAD
Trasplantan células pancreáticas a pacientes con diabetes severas
El tratamiento, que está en etapa de investigación con aval internacional, ya se realiza en la Argentina. Consiste en extraer islotes de células pancreáticas a una persona fallecida e inyectarlas en el hígado del receptor, para que éste produzca su propia insulina.
Por Pedro Lipcovich
Se inició en la Argentina un programa de trasplantes de células del páncreas para hacer posible que personas diabéticas vuelvan a producir su propia insulina. La intervención –limitada, por ahora, a diabéticos que no responden bien a las inyecciones convencionales de insulina– consiste en extraer del páncreas de una persona fallecida los islotes donde están las células productoras de esa hormona, e inyectarlas en el hígado del receptor, donde “anidan” y empiezan a trabajar. El tratamiento, que está en etapa de investigación clínica, responde a una metodología validada internacionalmente, y ya fue ensayado en la Argentina pero sólo con pacientes muy deteriorados, que necesitaban al mismo tiempo un trasplante de riñón o tenían otras enfermedades asociadas. Esta técnica debe ser diferenciada del “trasplante de células madre”, que también se halla en estudio pero, según los criterios internacionales, todavía no ha llegado a la etapa en que pueda ensayarse sobre seres humanos, ni aun a título experimental (ver nota aparte).
La mayoría de los diabéticos insulinodependientes pueden manejar adecuadamente su enfermedad mediante aplicaciones de insulina, un estilo de vida saludable y controles estrictos, pero algunos, no: “En ciertos pacientes, la glucosa en la sangre oscila en niveles extremos sin que se pueda controlarla bien; en otros, el problema es que no se dan cuenta a tiempo cuando la glucosa les baja demasiado y el resultado es que sufren pérdidas de conciencia o desmayos imprevistos: a veces la policía se los lleva creyendo que están borrachos o, si están manejando o trabajando, pueden sufrir accidentes mortales”, explicó Pablo Argibay, director del Programa de Trasplantes Renopancreáticos del Hospital Italiano.
Para estos pacientes, el trasplante de células pancreáticas es una esperanza. Lo primero es conseguir las células para trasplantar, y esto no es nada fácil: “Hacen falta tres o cuatro páncreas para un solo receptor”, puntualizó Argibay. Es que, aunque el páncreas se ha hecho famoso como órgano productor de insulina, en realidad la mayor parte de sus células trabajan para el aparato digestivo, segregando los jugos pancreáticos que vierten en el intestino: sólo el dos por ciento de sus células sirven para producir la insulina. Para el trasplante, hay que separar estas células “y en este proceso se pierden muchas; otras se pierden poco después del trasplante, por fenómenos de rechazo”.
Obtenidas las células, hay que implantarlas: ¿en el páncreas? No. “El páncreas es un órgano muy sensible: cualquier inflamación que se produjera al inyectar las células causaría fácilmente una pancreatitis mortal”, advirtió el especialista. Es mejor inyectarlas en el hígado, que las recibirá muy bien... por el mismo motivo que hace a este órgano tan proclive a padecer metástasis de cáncer: “El hígado es rico en nutrientes y oxígeno; las células quedan atrapadas, anidan allí como lo harían las procedentes de un tumor, y empiezan a cumplir su función; claro que, a diferencia de las del tumor, no se reproducen”, observó Argibay.
La intervención se hace con anestesia local, mediante una aguja que, guiada por ecografía, se introduce en la vena porta, que lleva sangre al hígado. Allí se inyectan las células productoras de insulina, en un proceso que dura menos de una hora.
Parece fácil y en algún sentido lo es, pero hasta hace un lustro la tasa de éxito en estas intervenciones no superaba el ocho por ciento, porque el organismo rechazaba las células ajenas. En 2000, se puso a punto el “protocolo de Edmonton”, llamado así por haberse establecido en la universidad de esa ciudad canadiense, que instituyó una nueva combinación de drogas inmunosupresoras gracias a la cual los éxitos treparon por encima del 80 por ciento de las intervenciones. A ese protocolo se atienen las experiencias reconocidas en todo el mundo, y también la que se inicia en la Argentina. Si bien este programa de trasplante de células pancreáticas se inicia ahora, cuenta ya con una experiencia de 22 pacientes, desde 1995: estaba autorizado, pero sólo para hacerse simultáneamente con uno de riñón, sobre pacientes que ya padecían complicaciones muy importantes. El saldo de esa experiencia es que “en el 60 por ciento de los casos, las células trasplantadas funcionaron: estos pacientes no tuvieron más episodios de caídas bruscas del azúcar en la sangre; requirieron menos insulina y pudieron controlar mejor su enfermedad”, según resumió el investigador.
Una importante limitación para esta estrategia es la disponibilidad de órganos para trasplantar: “Hacen falta tres o cuatro páncreas para obtener las células que requiere un solo paciente, y no es fácil conseguir órganos: a diferencia del riñón y el hígado, que se pueden tomar aun de donantes cadavéricos en muy malas condiciones generales, la donación de páncreas, como la de intestino o riñón, requiere que el organismo del donante se haya conservado en buen estado general, y esto no es fácil”, comentó Argibay.