SOCIEDAD › EL CASO DE PRESUNTO ABUSO EN EL CIBER

La pista del sitio pedófilo

 Por Raúl Kollmann

El caso de abuso sexual en un cibercafé de Barrio Norte derivó en una controversia. Por un lado, ayer se hizo una inspección del lugar de los hechos y el dato más relevante, aportado por el fiscal contravencional Andrés Gómez Ríos, es que en la zona donde el adolescente dice que estaba el médico que lo abusó hay una computadora en la que se registró una entrada a un sitio de Internet de pedofilia. Paralelamente, el médico acusado negó terminantemente que haya existido el abuso y en el Sanatorio Otamendi, donde trabaja en la guardia, consideran que se trata de un profesional reconocido y descreen de la versión del menor. Pero, además, expertos en pedofilia sostienen que es extraño un acto de esta naturaleza protagonizado por tres profesionales –en general el abuso lo comete una sola persona–, en un lugar tan público y cercano a su lugar de trabajo. Entre los investigadores circuló ayer una versión: que se habría encontrado un guardapolvos con una mancha de semen. Sin embargo, ese dato no fue confirmado por fuentes judiciales.
Un abuso sexual como el que supuestamente ocurrió en el ciber de Marcelo T. de Alvear al 2300 no es fácil de probar, en especial porque el chico dice que lo obligaron a practicarle sexo oral al médico acusado, a otro cómplice de éste y a una tercera persona que se masturbó mientras todo esto ocurría. Al no haber penetración, es difícil certificar los hechos, por lo que debe recurrirse a testigos, pericias y a una evaluación psicológica del joven para tratar de determinar si dice la verdad o fantaseó.
Ayer por la tarde se llevó a cabo el procedimiento en el cual el adolescente de 14 años contó lo que le había ocurrido. En principio se habló de que se utilizaría una Cámara Gesell, una habitación en la que el menor dialoga con psicólogos forenses, mientras que todo es observado por el juez, el fiscal y el abogado defensor, que incluso pueden comunicarse con los psicólogos a través de un audífono. Sin embargo, de acuerdo con trascendidos judiciales, la Cámara no se usó, y el diálogo lo llevó adelante directamente el psicólogo con el joven.
Desde el punto de vista de las pruebas en contra del profesional, el fiscal contravencional Gómez Ríos aportó una que puede llegar a ser de peso. De acuerdo con el relato del joven, el médico y sus acompañantes estaban ocupando computadoras en una zona determinada del cíber. De esa parte del local se inspeccionaron siete máquinas, de las cuales seis no tenían filtro, en todas había ingresos recientes a páginas pornográficas y en una de las computadoras se registraba un ingreso a un sitio de pedofilia. Esto podría ser un indicio de importancia, sobre todo si los testigos que estaban ese día en el local ubican la máquina en la que estaba el médico o sus acompañantes. De acuerdo con versiones judiciales, los testigos afirmaron que el profesional estuvo el sábado en el cíber, pero nadie lo vio entrar al baño. Este último dato juega a su favor.
Por otra parte, expertos que trabajan en el caso afirman que el hecho tiene connotaciones muy extrañas. Los abusos sexuales contra menores suelen ocurrir en ámbitos cerrados y en el marco de cierta confianza e impunidad para el abusador. “Además –dicen–, es extraño que en un mismo abuso participen tres personas, y lo hagan cerca de su lugar de trabajo. También es habitual que la víctima huya de la escena y se bañe, lo que no ocurrió en este caso, ya que el joven, aparentemente, siguió chateando.”

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