SOCIEDAD
Asaltaron una comisaría y se llevaron el patrullero
Fue en Santa Margarita, al norte de Santa Fe. En la comisaría había un solo policía. El patrullero no arrancaba y debieron empujarlo. Después robaron dinero y joyas a la suegra del intendente. Fugaron hacia el Chaco.
Hasta ayer, la comuna santafesina de Santa Margarita “era un lugar tranquilo”. Así la calificó uno de los policías de la comisaría local a la que tres hombres encapuchados le robaron su único patrullero, con tiempo suficiente para empujarlo porque no arrancaba. Pero la noticia no fue sólo esa, también asaltaron a la suegra del intendente y al patrullero lo dejaron encendido en la vereda para no tener que empujarlo nuevamente. Al parecer, los delincuentes se llevaron algo que sabían que la mujer tenía: 65 mil pesos de una venta de ganado. Los 1700 habitantes del lugar se despabilaron con la noticia y Ricardo, uno de ellos, resumió la opinión del pueblo con un dicho: “Lo que del agua es, el agua se lo lleva”.
A las 2 de la madrugada del lunes, tres delincuentes llegaron a Santa Margarita, un pueblo ubicado “bien al norte” de Santa Fe, a 20 kilómetros de Santiago del Estero y a 30 del Chaco. Golpearon la puerta de la comisaría y pidieron al sargento ayudante Gallardo que los ayudara con el auto –aparentemente un Volkswagen Gold bordó– que se les había roto. Cuando éste les abrió, lo golpearon, ataron, encerraron en el baño, cortaron los cables telefónicos y se llevaron uniformes, una escopeta, una metralleta y una Itaka, y el patrullero a empujones, “porque tenía problemas de arranque; es que la batería era medio vieja”, se excusó el comisario inspector de El Tostado, Marcos Ayala.
Salieron de la comisaría con el móvil policial y fueron directamente al negocio que tiene en su casa doña Gladys Salgado de Velázquez, la suegra del presidente comunal, a sólo 150 metros de la comisaría. Dejaron el patrullero encendido para no tener que empujarlo otra vez. “Aparte, si alguien veía el patrullero en la vereda, ¡qué va a pensar que la policía te está asaltando!”, contó a Página/12 la mujer de 67 años, que vive sola y con tan pocas precauciones que los hombres entraron por una puerta de vidrio que en su cara interior tenía las llaves puestas.
Entraron encapuchados, con armas largas en la mano y diciendo una obviedad: “Esto es un asalto”. Luego pidieron a la mujer: “Quedate piola, danos la llave del tesoro”. Sin embargo, para doña Gladys, “me trataron muy bien. Les dije ‘llévense todo pero no me maten’. Y cuando se estaban por ir me ataron ‘flojito’ a la cama, dejándome una frazada para que no tuviera frío”. “Efectivamente, la ataron con unas cancán”, precisó el comisario Ayala en referencia a las clásicas medias femeninas.
Durante los 40 minutos que estuvieron allí, a doña Gladys le violentaron la caja fuerte donde tenía “65 mil pesos entre dólares y pesos, y joyas por un valor de 35 mil pesos”, precisó Sandra, su hija y esposa del presidente comunal Juan Manuel Zeiser. “A estas cosas las veíamos en Buenos Aires desde la televisión. Ahora nos tocó a nosotros. Estimamos que hay un entregador, gente de afuera ha sido, seguro. Y profesional por la forma en que actuaron”, calculó Zeiser en diálogo con este diario. El comisario confirmó la hipótesis del entregador: “Hay una persona que estableció un contacto previo y dio información de que esa familia maneja bastante dinero y hacía poco hizo un movimiento de hacienda que le dejó bastante efectivo”.
Luego huyeron. “Gracias a Dios”, el patrullero fue encontrado a un kilómetro del pueblo, en el acceso a la ruta 95, en dirección al Chaco, precisó Ayala. Tenía una de las armas robadas: la escopeta. El comisario admitió que “hay pistas” sobre los encapuchados y confió en que “pronto” se los reconocerá porque “estamos trabajando en base a los álbumes fotográficos de Santa Fe”. Según el comisario, los hombres que en todo momento fueron vistos con pasamontañas “de a ratos se los sacaron y por eso pueden ser reconocidos; aunque el pueblo es oscuro y parece que no se los vio muy bien”.
El hecho de que sólo un oficial estuviera a cargo de la comisaría a la madrugada obedece a dos razones: “El jefe de la zona (José Mansilla) se había ido el viernes y volvía el lunes a la mañana; y el pueblo es tan tranquilo que el único calabozo que hay está siempre limpio”, afirmó uno de los policías de esa seccional. De todos modos, “es normal ver vacía la comisaría –contó Ricardo, un vecino–. A veces la policía está jugando a la pelota o a los naipes por ahí. Es más, a la hora de la siesta, cierran todo y se van a sus casas”. ¡Ah!, el patrullero volvió a la comisaría, pero antes pasó por el taller.
Informe: Adrián Figueroa Díaz