Martes, 9 de enero de 2007 | Hoy
Es el lugar de Mar del Plata que buscan los más jóvenes. Allí los cuerpos se someten a verdaderos exámenes radiográficos. “Mucha histeria, pero también algunas historias”, define una turista.
Por Carlos Rodríguez
Desde Mar del Plata
En esta ciudad, los que buscan buenas postales del verano tienen los ojos mirando hacia las playas del sur. Desde el Faro de Punta Mogotes hasta los acantilados, expresado en términos explícitos por Ricardo Morán, un cordobés de La Falda con repentina vocación de “perrito faldero”, la premisa es que “las chicas echan fuego, varón”. El cierre de la frase suena desaforado y no sólo porque fue dicho en cordobés básico. Las damas no se amilanan ante tanta mirada masculina de sala de rayos X. Marisa, de la ciudad de Santa Fe, con rotundos 25 años, se pasea sin prisa ni pausa con un pareo de tul negro, que en lugar de tapar, encubre. “Adivina, adivinador”, parece jugar, mientras observa a su alrededor miradas que quieren descubrir todo de golpe. Los ojos van y vuelven, rebotan, se estrellan. Nélida, de San Fernando, ya pasó la barrera de los 30, pero sigue en el podio. Admite que “hay mucha histeria, pero también algunas historias. Es verano, todo bien”.
Felipe y Antonio, dos amigos del barrio de Caballito, parecen mosqueteros que, espalda contra espalda, se cubren en forma mutua de alguna emboscada. “Mirá eso que viene ahí.” La advertencia hace que el compañero se dé vuelta para seguir el paso de alguna dama. Segundos después, el otro amigo devuelve la gentileza. “¿Y vos qué haces, qué escribís? ¿Notas? Me parece que estás verseando”. Las promotoras de una popular marca de champú dudan hasta de los esforzados periodistas que cubren la temporada. Analía, una rosarina de boca sensual y dientes hechos para que la vida te sonría, dice que estudia Sociología en la Universidad de Buenos Aires y que le gustaría “ser modelo”. “¿Está mal?”, pregunta mientras se va, se va, se va, se sigue yendo.
Cerca de la playa, casi en puntas de pie, Romina luce una bikini blanca sobre su piel bronceada y sonríe ante tanto piropo disparado a quemarropa. “No me molesta que digan cosas. A todas nos gusta. Algunos se zarpan, pero la mayoría dice cosas lindas. Si hay problemas, llamo a mi marido.” El susodicho aparece al rato y los dos se paran frente a frente, él de espaldas al mar, ella con todo su esplendor hacia el desfile de mirones. El tipo la toma por la cintura como si fuera algo de su propiedad.
Una jovencita, como si hiciera falta, comenta que ellas también miran. Forma parte de un manojo de veinteañeras que se arremolinan cuando sale del mar un morocho en zunga y que andan a la casa de famosos –y pintones– para salir con ellos en alguna foto.
Los datos dicen que el 70 por ciento de la capacidad hotelera está completa esta semana y que en la segunda quincena de enero va a rondar el ciento por ciento. A pesar de las subas en los precios, el 90 por ciento de las sombrillas y las carpas están ocupadas en los balnearios más concurridos por los más jóvenes, que son los del sur.
El único balneario público de la zona, pegado a La Caseta, está lleno de chicos y chicas que escuchan música reggae y que se quedan en la arena hasta entrada la noche. Hay lugares para escuchar música, bailar y tomar cerveza en Abracadabra y en La Morocha, que son algunos de los balnearios más concurridos. Luis María García, uno de los empresarios turísticos con mayor experiencia, asegura que los turistas extranjeros que llegan aquí “se sorprenden por la calidad de los servicios, por la comida y por la belleza de las mujeres. Así de simple”.
En un hotel de la calle Belgrano, el conserje se refiere a los comentarios de cuatro turistas españoles, de entre 24 y 38 años, que llegaron juntos para recibir el año nuevo en Mar del Plata. “Los tipos admiten que vinieron porque es barato y porque las mujeres son hermosas. Los gallegos viven alzados. Son una máquina. En el snack bar del noveno piso casi tuvieron una pelea porque piropearon mal a una mujer casada.” En las playas del sur, luego de tres días seguidos a pleno sol, la arena está que arde y el fuego está llegando a la ciudad.
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