SOCIEDAD › PREMIAN EL TRABAJO DE LA ESCUELA N° 1
Danzas solidarias
“La idea fue poner en práctica dentro de la comunidad lo que los chicos aprenden en el colegio. La acción solidaria no se limita a juntar cosas para llevar a los pobres, sino que un chico pueda ofrecer lo que sabe hacer a su comunidad.” Así piensa Marta Luque, directora de la Escuela de Danzas número 1 e ideóloga del proyecto institucional de la escuela ganadora del premio “Escuelas solidarias” organizado por la Secretaría de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.
El miércoles por la mañana el secretario de Educación, Daniel Filmus, entregó por segundo año consecutivo cinco premios de 500 pesos a las escuelas seleccionadas por implementar una metodología pedagógica del aprendizaje-servicio.
Los chicos de entre 15 y 17 años que a la mañana cursan el bachillerato y a la tarde se preparan para ser maestros de danza clásica o folklórica, dedican el poco tiempo libre que les queda a enseñar junto a sus profesores, danzas y música a dos hogares de chicos. “La casona de los barriletes”, del barrio de Liniers y el hogar Ananké de Villa Luro fueron los beneficiarios de esta experiencia. “Los alumnos fueron a ofrecer sus prácticas pedagógicas a las dos instituciones y, de acuerdo con sus intereses, hacen prácticas o dan clases”, cuenta la rectora, orgullosa de sus estudiantes. Pero la iniciativa se extendió. Resulta que los abuelos que están en el Hogar de Ancianos Guereño se enteraron de la acción comunitaria que llevan a cabo los alumnos y les hicieron saber a las autoridades del colegio que les encantaría aprender a bailar. Entonces, los chicos se acercaron. “Primero haremos coreografías y después los chicos les enseñarán a bailar a los ancianos”, cuenta la vicerrectora Beatriz Königsber, y agrega que esto además de aprendizaje nos brinda energía y experiencia para los chicos.”
“El éxito de este proyecto fue que pudimos poner en práctica lo que se aprende en el colegio. Es un dar y recibir, el que recibe se compromete y aprende, y uno recibe a cambio la satisfacción de hacer llegar el arte a aquellos que no tendrían acceso de otra forma”, cuenta Marta. Llevar a la práctica las buenas intenciones resultó fácil. “Hicimos una selección de las ONG del barrio a través de la guía telefónica, nos pusimos en contacto con las autoridades de los hogares y empezamos”, relata la rectora. “Es un trabajo mancomunado. Las coreografías parten de los profesores de las carreras y las interpretan los alumnos”, agrega la vice.
Cuando las chicas que bailan danzas clásicas fueron por primera vez a Ananké se encontraron con un grupo de chicos tímidos. “No nos conocían, pero después se entusiasmaron cuando vieron lo que hacíamos. Preparamos un baile de muñecos con disfraces y nos miraban sorprendidos”, cuenta Melisa Romero de 17 años, que cursa cuarto año. “Al hogar de varones llevamos los instrumentos folklóricos, como la guitarra o el bombo, porque no sabíamos si se iban a enganchar con la danza”, relata Jimena Pistarelli, otra de las alumnas que se entusiasmó con el proyecto.
Después de la emoción inicial de saberse ganadores del primer premio hubo que resolver qué hacer con los 500 pesos. Pero la rectora no dudó.
“Este año se presentaron serias dificultades para la actuación porque los chicos no pueden proveerse del vestuario. Varios chicos nos dijeron que no podían actuar porque no se podían comprar los trajes. Entonces pensamos que la mejor manera es invertir en materiales didácticos y ayudar a cubrir las necesidades de los chicos.”
Gabriela Camacho, una de las alumnas de 17 años, tiene en claro por qué ella va a enseñarles danzas a los chicos de la calle. “Les enseñamos, para que se sientan identificados y vean que ellos también pueden hacerlo.”
Informe: Gimena Fuertes.