SOCIEDAD › DESESPERACION EN EL SEPELIO DE LOS CHICOS

“¿Cómo voy a hacer para vivir?”

Una multitud despidió ayer en el barrio Magdalena los restos de los chicos fallecidos el jueves al caer de un puente colgante sobre el dique Florentino Ameghino, en Chubut. El estado de conmoción vivido luego de hecha pública la noticia en los alrededores de la escuela se profundizó con la llegada por vía aérea de los féretros y del resto del contingente, que se dirigió de inmediato desde el aeropuerto de El Palomar al colegio de Merlo, donde se acondicionaron las aulas para una ceremonia conjunta. “Si ayer –por el jueves– fue un día difícil, hoy –por ayer–, ni te cuento. Hubo mucha desesperación y hasta nosotros nos emocionamos”, confesó a Página/12 Carlos Sica, director de una ONG de psicólogos sociales que actuó en el lugar. Por la tarde, cerca de cuatro mil personas recorrieron en caravana quince cuadras hasta el cementerio local.
“¿Ahora cómo voy a hacer para vivir?”, se preguntaba entre lágrimas Norma, la madre de Walter Caballero, uno de los chicos fallecidos en el accidente. La mujer se había quedado en Magdalena debido a que ayer sufrió una crisis nerviosa, y esperaba el regreso de su marido con el cuerpo de Walter. Cuando el sol aún no había asomado por el horizonte, cerca de las seis de la mañana, un grupo de 50 familiares observaba con dolor la llegada del avión Fokker de la Fuerza Aérea con los féretros de siete de los chicos –Valeria Moreno aún no había aparecido– y la directora. Antes habían arribado un avión Hércules con 52 de los sobrevivientes y otro Fokker con los parientes que viajaron anteayer al lugar del hecho.
Ya minutos después de las siete, un cortejo fúnebre integrado por once ambulancias, ómnibus y automóviles se detuvo en la esquina de Santo Domingo y Rivarola, frente a la puerta del establecimiento. “Cuando llegaron se les preguntó a las familias qué querían hacer. Si un responso conjunto o cada uno en su domicilio. Como sólo las familias de dos de los chicos y la directora optaron por hacerlo en forma particular, las maestras prepararon cinco aulas para la ceremonia en la escuela”, explicó Sica, cuya organización denominada Emergencias Psico Sociales se dedica a contener emocionalmente a la gente en situaciones de catástrofe. A medida que los chicos iban descendiendo de los micros, los abrazos emocionados con sus padres fueron ganando los pasillos de la escuela, adonde por una cuestión de orden esperaban sólo los familiares más cercanos.
“Muchas mamás se descompensaron y hubo que contener a la mayoría de los presentes, tantos que casi no dábamos abasto”, contó Sica. “Lo más importante era que la gente pudiera expresarse y exteriorizar sus sentimientos. Pero esta vez el dolor era tal que hasta nosotros lagrimeábamos”, manifestó el especialista a este diario. Pasado el momento del encuentro, se ubicaron los féretros de Matías Béliz, Daiana Ontivero, Walter Caballero, Esteban Bernaccia y Jonathan La Rosa en cada aula, al tiempo que se permitía el ingreso del público, que por esas horas superaba las 300 personas. Por su parte, los parientes de Gabriel Mendoza y Tomás Acosta dispusieron velar a los chicos en sus domicilios particulares, al igual que la familia de la directora Graciela Antinucci.
Los restos mortales de los pibes, incluyendo los que fueron despedidos en forma particular, fueron inhumados por la tarde en el cementerio Santa Mónica de Merlo, hasta cuya entrada se acercaron en caravana unas cuatro mil personas para darles el último adiós. En honor a las víctimas, el intendente de Merlo, Raúl Otacehé, decretó duelo por tres días y suspendió las celebraciones por el Día de la Primavera.

Producción: Darío Nudler.

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