Desde Villa Gesell

Es una pareja mayor que llega, en cuatriciclo, hasta el margen sur de la playa nudista. Vienen vestidos, pero antes de cruzar el “muro” de 1,60 metro –construido con ramas y hojas de álamo– que separa a los “textiles” de los nudistas, deciden cambiar de equipo y se quitan la ropa, pero conservan puestos los cascos. La seguridad es importante. Vuelven a subir a la máquina que los lleva y se prestan para la foto. El hombre dice que viven en Olivos, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Miriam y Tony, los anfitriones de la Playa Querandí, quedan encantados por el paso fugaz de la pareja, que sigue rumbo al centro de Gesell, luego de saludar con especial cortesía y de volver a vestirse.

Juano, así se presenta, dice ser el “fundador” del nudismo en Gesell. Ex marino mercante, descubrió el placer del nudismo en las playas nórdicas que solía visitar con frecuencia. Se bañaba desnudo en el sur de Gesell mucho antes de que existiera una playa declarada nudista. Vestido sólo con su sombrero de paja, cuenta que la nueva playa es “un gran paso para mucha gente que quiere hacer esto y no encuentra un lugar apropiado”. Como ejemplo, explica que desde hace unos días “están viniendo un par de chicas, de 19 o 20 años. Vienen solas, lo que es raro porque por lo general, para animarse, las mujeres siempre vienen acompañadas por algún hombre, pareja o no”.

“Primero se bañaron vestidas, luego hicieron topless y ayer se metieron al mar desnudas. Todo un avance.” Juano tiene una hija adolescente que ya no quiere acompañarlo a la playa nudista (“es su decisión y la respeto”) y una mujer que lo sigue a todos lados, aunque no por las mañanas, porque “duerme hasta tarde”.