SOCIEDAD › LA HISTORIA DE LOS DETENIDOS JOHN MUHAMMAD Y JOHN LEE MALVO

Dos hombres unidos por un extraño lazo

Por Julian Borger *
Desde Washington

John Allen Muhammad y John Lee Malvo parecen tener un lazo especial. Muhammad dijo a la gente que supo que Malvo, un jamaiquino de 17 años, era su hijastro, pero no hay documentos que lo prueben. Cualquiera sea su conexión legal, sin duda compartían algo más profundo: una fascinación por las armas y una escalofriante indiferencia por la vida humana.
Malvo vivió con Muhammad durante varios años en el estado de Washington, cerca de la base de Fot Lewis, donde Muhammad sirvió como soldado en los ‘80. Williams –así se llamaba entonces Muhammad– luego fue enviado a California, pero volvió al área una década más tarde, después de alejarse del ámbito militar en circunstancias poco claras pero aparentemente amargas.
Para la misma época se separó de su mujer y se convirtió al Islam, aunque no cambió de nombre hasta el año pasado. Un ex amigo y socio, Felix Struzler, dijo que era un “fuerte creyente”, pero no era claro si se había unido a algún grupo islámico.
Trabajó como mecánico e invirtió algún dinero en una escuela de artes marciales con Strozier. Aunque le dijo a su amigo que había estado en las fuerzas especiales (había sido soldado y aparentemente luchó en la guerra del Golfo), no practicó artes marciales. En cambio, le pidió a Strozier que les diera clases a Malvo y a un hijo menor, “Little John”, de su segundo casamiento.
Strozier recuerda a Malvo como una persona agresiva, aun a los 13 años. De Muhammad dijo: “Parecía ser bastante agradable. Era tranquilo, pero un par de veces lo vi irritarse, de modo que sabía que había un lado diferente en él”.
Los dos hombres finalmente se distanciaron por problemas de dinero: Muhammad había pedido prestados 500 dólares de la escuela de artes marciales y no los devolvió. Muhammad llevó a Malvo a una escuela cerca del condado de Bellingham donde, según la policía local, el chico jamaiquino no presentó antecedentes académicos. La escuela describió al chico como tranquilo, un estudiante que no sobresalía, se mantenía callado y pasaba mucho tiempo en la biblioteca.
El jefe de policía de Bellingham, Randy Carroll, dijo: “Estuvo poco tiempo en la escuela, luego perdimos contacto con él”.
Muhammad parece haberse salido de curso en esta época. Su segunda mujer, Mildred, obtuvo una orden restrictiva contra él en febrero de 2000, después de que pelearon por el cuidado de los chicos y de que él intentó entrar por la fuerza en la casa.
Pero la búsqueda de antecedentes criminales dio poco resultado. El vocero del sheriff del condado de Pierce, Ed Troyer, dijo que Muhammad había sido citado por violaciones de tránsito y detenido una vez, pero todo por incidentes menores.
Terminó con Malvo en la Misión del Faro, un hogar para homeless en el área de Seattle, pero en algún momento logró alquilar una casa en Tacoma, donde los dos parecen haber realizado prácticas de tiro en el jardín. Hace unos tres meses, iniciaron un viaje. Aparecieron sin avisar en la casa de la primera esposa de Muhammad, Carol Williams, en Baton Rouge, Louisiana.
Sheron Norman, una ex cuñada, dijo que llegaron en una visita de tres días. Era la primera vez que un miembro de la familia veía a Malvo, dijo, y Muhammad lo presentó como su hijo.
Luego de unos pocos días en Baton Rouge, los dos se fueron a Maryland, en las afueras de Washington DC, donde la saga de su extraña relación aparentemente llegó a una sangrienta culminación.
* De The Guardian. Especial para Página/12.

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