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“Si alguna persona vio al patrullero el sábado 2 de noviembre, por favor, que se acerque a la UFI 7 para aportar su testimonio”, pide, casi suplica, Luis Javier Amaya. Desde que denunció que uniformados de Las Catonas le robaron el auto, tiene miedo, mucho miedo. A la calle sale siempre acompañado. Tiene miedo por él y por sus dos hijas, de 14 y 17, que viven con él en Castelar. A pesar de su denuncia, la fiscalía todavía no tomó ninguna medida: el cabo García, al que identificó como uno de los presuntos ladrones, sigue desempeñándose en la misma seccional. “El domingo último, un Duna gris metalizado con vidrios polarizados pasó por el frente de mi casa, bien despacio, se bajó un hombre con la camiseta de Chacarita y caminó por la cuadra. Como los vecinos están enterados de todo, empezaron a salir y el tipo se subió rápido y el auto se fue”, comenta Amaya. Tiene 42 años y está separado. Además de árbitro de fútbol, trabaja como pintor. Dice que se animó a denunciar a los policías porque pensó que seguramente otras personas ya pasaron por una situación similar pero se callaron por temor. Pero ahora él está barajando la posibilidad de mudarse de barrio. “Lo estoy pensando”, se lamenta.