La huerta de don Alegre está repleta de colores y aromas naturales. También de sabores y texturas. El gusto de las arvejas recién extraídas de la planta nada tienen que ver con las que se compran envasadas en el supermercado. Los zapallos anco crecen con formas raras, y los hay de distintos tamaños y tonos anaranjados. Las verduras de hoja, como la acelga, la espinaca y la lechuga, se muestran carnosas sobre su góndola natural; tan verdes y brillantes que parecen recién pintadas y barnizadas. Don Alegre tiene 75 años y cuida con mucha paciencia su pedacito de tierra fértil en el barrio La Paloma, de Tigre. No deja que su mujer ni sus hijos y nietos metan mano en la huerta. También tiene un gallinero. Los alimentos que extrae son utilizados en las comidas diarias que prepara su esposa, Cipriana, y si obtienen algún excedente los intercambian con sus vecinos por otros productos, semillas o algún paquete de azúcar, por ejemplo, comentó don Alegre con la tranquilidad que caracteriza su relato y acompaña su andar.

Don Carlos Garrido tiene 83 años y es un referente social muy presente en el barrio: sus trece años de trabajo en el Pro-Huerta están documentados en decenas de fotos, diplomas y anécdotas que trae a la memoria con rapidez.