Sábado, 5 de febrero de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › FAMILIARES Y AMIGOS DE LOS JóVENES MUERTOS SOSTIENEN SU INOCENCIA
En el barrio De la Cárcova, en José León Suárez, aseguran que las muertes se produjeron por un ataque indiscriminado de la policía. También dicen sentir mucho miedo a los uniformados. Y denuncian que hay “transas” que operan con protección policial.
Por Carlos Rodríguez
“Yo hablé con mi hijo cuando lo llevamos a la salita (de primeros auxilios) del barrio. Me dijo que la policía tiraba a matar.” En la puerta del Hospital Thompson, de San Martín, la mamá de Joaquín Romero, de 19 años, aseguró que su hijo “estaba cerca del tren mirando porque nosotros vivimos casi al lado de las vías. En ese momento había salido en bicicleta hacia el basural (se refiere al predio del Ceamse sobre el Camino del Buen Ayre) a buscar cartones. Cuando vio que el tren descarriló, se quedó a mirar y le pegaron dos balazos en la espalda”. Uno de los proyectiles “le afectó el pulmón y está estable, pero grave. No me dicen mucho sobre su estado”. La mujer, que eludió dar su nombre y pidió no ser fotografiada, le comentó a Página/12 que a su hijo “lo operaron anoche (por el jueves) y sigue en terapia intensiva. Está grave”. Los vecinos del barrio De la Cárcova hablan, pero piden mantener su nombre en reserva. “Hoy están los fiscales, pero mañana quedamos nosotros solos con la policía y los ‘transas’ que trabajan para los policías”, se justificaron.
El barrio le debe su nombre a una de las calles más importantes de la zona, que se llama Ernesto de la Cárcova en homenaje a un reconocido pintor argentino. Una de sus obras más famosas es Sin pan y sin trabajo, que bien podría haberse inspirado en el barrio. Para entrar al lugar hay que recorrer la avenida Central, que comienza siendo asfaltada en el centro de José León Suárez y que, de a poco, se va deteriorando. Junto con los pozos crece la pobreza y las calles pasan a ser de tierra en los alrededores de las vías del ex ferrocarril Mitre.
“Nadie provocó el descarrilamiento. Ocurrió porque las vías están en mal estado. La policía tiraba a matar desde aquel lugar”, relatan varios de los chicos que estuvieron, el jueves, en el lugar de los hechos. El lugar señalado son unos montículos de tierra y basura ubicados a unos veinte metros de las vías. “Los policías llegaron enseguida, desde el Camino del Buen Ayre. Primero tiraron gases lacrimógenos, después balas de goma y al final balas de plomo. Nosotros respondimos con piedras y palos, no teníamos armas”, aseguró el vocero de un grupo de unos veinte chicos que se juntaron en la esquina de la casa de Mauricio Ramos, El Pela para los amigos, uno de los adolescentes asesinados el jueves.
“Es posible que algunos ‘transas’ hayan intentado robar el tren, pero esos ‘transas’ son muy conocidos por la policía, trabajan para ellos. Los chicos que murieron y el que está internado grave no robaron nada, sólo estaban mirando. Esto ocurrió a las dos de la tarde y todo el mundo salió a ver. No digo que alguno haya intentado quedarse con alguna cosa, pero de ahí a descarrilar el tren hay un paso grande”, afirmó una mujer cuyo hijo “se salvó de milagro porque los policías tiraban a matar”.
“A nosotros nos acusan de chorros, de malvivientes, pero la única verdad es que los muertos son nuestros”, resaltó otro de los pibes, un militante social que trabaja en el barrio. La mayoría se acerca a dialogar con Página/12 porque el referente les aclaró: “Hablen porque es uno de los pocos diarios que no nos acusa de ser chorros”. El miedo a prestar declaración se advertía en todos. Por eso, ayer se hicieron presentes funcionarios del Centro de Protección a la Víctima bonaerense, para dar garantías de privacidad a los que vayan a la Justicia como testigos.
Los vecinos dialogaron con el fiscal Raúl Soracco, a quien le plantearon la necesidad de darles protección “porque acá estamos solos y no es la primera vez que la policía nos ataca. No tenemos protección y ustedes nos tienen que asegurar que van a hacer justicia. La policía mata y nunca paga nadie”. Las más activas fueron las mujeres. Ellas también se encargaban de pedirles a los periodistas que no dieran el nombre de los chicos que hacían declaraciones. “Acá los jóvenes siempre están en la mira”, advirtieron.
El único que se identifica con su nombre, Ezequiel, es un primo de Joaquín Romero, el chico que está internado en el Hospital Thompson. “Joaquín no tenía nada que ver y le dieron dos tiros en la espalda. Los disparos le afectaron los pulmones, el intestino grueso y una arteria”, comentó. “Acá son capaces de matar a cualquiera. Mi primo no fue a robar en ningún momento, es un chico que trabaja cartoneando para mantener a sus hermanitos.” En el barrio, todos hablan de los “transas” que “andan repartiendo la droga en todos lados, adelante de la policía. A ésos nunca les pasa nada. Va a ser muy difícil que la gente se presente a declarar ante la Justicia, porque hay mucho miedo y no es para menos. Acá sí que no tenemos seguridad”.
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