Lunes, 24 de junio de 2013 | Hoy
Por Pedro Lipcovich
El contacto piel a piel se desarrolló especialmente desde que, en 1978, el médico Edgar Rey Sanabria, en el Instituto Materno-Infantil de Bogotá, Colombia, buscó la manera de hacer frente a la carencia de incubadoras para bebés prematuros: puso a punto el “método madre canguro”, por el cual –como hacen las canguras en la bolsa marsupial– las mamás mantenían a su bebé en contacto con su cuerpo durante las 24 horas. El recurso funcionó. Tal como señala el informe “Práctica clínica del contacto piel a piel en neonatología”, de la Sociedad Iberoamericana de Neonatología, “en centros carenciados, el método madre canguro contribuyó a disminuir la mortalidad. Y, en los más desarrollados, el contacto piel con piel se ha convertido en un importante recurso para humanizar los cuidados neonatales”.
De todos modos, como advierte Daniela Satragno –secretaria del Comité de Estudios Fetoneonatales (Cefen)–, “hay que distinguir bien entre el método madre canguro y el contacto piel a piel: aquel método se origina en la falta de recursos que, como la incubadora, pueden ser necesarios y no se sustituyen simplemente por la piel de la madre. Esos recursos tienen que estar y, contando con ellos y utilizándolos, igualmente, siempre que es posible, con mucho cuidado, ponemos al chiquito arriba de su mamá, porque así regula mejor la temperatura, porque el corazón y la respiración se estabilizan más y porque los bebés están mejor arriba de su mamá”.
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