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“Muchos turistas llegan y la primera pregunta que me hacen es si el tango es una danza que nació dentro de la comunidad gay”, cuenta Mariano, en referencia al hecho de que en sus comienzos se bailaba entre hombres. “Obviamente las razones eran otras, pero si había un gay bailando en esa época, la debe haber pasado bárbaro”, agrega sonriente. Mariano tiene 25 años y pasa sus tardes enseñando tango a turistas gays que llegan a estas tierras con la intención de aprender algunos pasos. “La mayoría viene en pareja, principalmente de Europa, y se van luego de una hora y media”, asegura el profesor.
En sus clases, a diferencia del baile tradicional, no hay un rol para el hombre y otro para la mujer sino que existe un conductor y un conducido que debe aceptar mansamente las indicaciones que el primero le va marcando para desarrollar la danza. Es sólo un pequeño cambio, pero que ha traído más de un dolor de cabeza al docente a la hora de armar las parejas. “A veces hubo problemas entre ellos, pero en general cuando llegan acá tienen todo resuelto. Es como sucede en todas las parejas. Siempre hay uno que manda y otro que obedece”, sostiene.
Tanto éxito tuvo que con la iniciativa que debió agregar a sus clases para turistas cursos regulares para la comunidad gay local. Es que para los homosexuales nativos tampoco es fácil encontrar un lugar donde aprender a bailar junto con sus parejas sin que los miren en forma extraña. “Cuando iban a aprender los ponían a bailar con chicas y después, al intentar bailar juntos se daban cuenta de que no podían, porque los dos habían aprendido lo mismo”, destaca este rionegrino que durante muchos años protagonizó espectáculos tangueros en la noche porteña y que ahora sueña con montar un show de tango entre hombres en algún bar gay-friendly de la ciudad.