Jueves, 12 de febrero de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Horacio Cecchi
Hubiera sido un hecho policial intrascendente –léase de poco interés para cierto periodismo–. Pero se transformó en un escándalo con artificios. Esto no quiere decir que el tiroteo en la 1-11-14 no haya sido grave, máxime si murieron dos personas y otras dos resultaron heridas. Sólo intento llamar la atención sobre la bisagra que define si es o no intrascendente un hecho, y cuándo es que el fiel de la balanza se inclina para uno u otro lado.
Con la noticia de ayer parece muy difícil mencionar la posibilidad de la intrascendencia. ¿Cómo que intrascendente un tiroteo, que hayan baleado a una ambulancia; dos muertos, dos heridos, incidentes en el hospital?
¿Intrascendente? Sí. Sólo recordemos el caso del chiquito Kevin, en la Villa Zavaleta, para señalar que allí tenemos el fiel de la balanza volcado a la intrascendencia. ¿Qué cambió entre uno y otro caso para que uno sea “trascendente” para la prensa y el otro no?
Creo que el factor que interviene es aquel que provoca la emergencia de un mundo que se pretende sumergido. Emergencia que no se refiere a la sola urgencia médica, sino al acto de emerger a la superficie, el hacerse visible a la parte de la sociedad que flota por encima. En el caso de Kevin, no ocurrió esa emergencia. La muerte de un chiquito de 6 o 7 años, baleado mientas se escondía en su casa de paredes atravesables por una bala, durante un enfrentamiento semejante al que ocurrió ayer, no fue suficiente para que emergiera a la atención.
Es curioso. Parece que la emergencia no es la que viven los sumergidos sino que la emergencia viene a ser la palabra de los que flotan, indignados por el riesgo (verdadero) que corren los médicos (que forman parte de la sociedad flotante). ¿Cómo que no va a ser riesgosa la tarea médica?, si se tienen que internar en una ciudad de calles sin asfalto, de puro barro cuando llueve, sin cloacas, con cables de electricidad que cuelgan sobre las cabezas, sin luces, con olores fétidos e inseguridad de la intemperie.
Llama la atención la curiosa metáfora (involuntaria, creo yo) del director del Piñero, Cosme Pagano: “La gente cambió mucho –dice–. Ahora es más demandante”. ¿Le tocaron el bronce médico? Y sí, no es el que espera paciente, ahora demanda. Después de todo, para ser reconocida tiene que emerger, tiene que vivir en emergencia.
Llama la atención que la única funcionaria porteña que habló del tema es la ministra de Salud, Graciela Reybaud. Ninguno que hablara de la urbanización de las villas. Llama la atención que Reybaud diga que “nuestros médicos corren peligro”. ¿A qué se refiere con peligro? ¿Nuestros médicos? ¿Acaso estará anticipando alguna resolución que deje fuera a todo un servicio de pediatría como hizo exactamente hace un año? Parece que es más fácil culpar a los violentos. Que los hay, claro. Es más fácil culpar al chancho que al que le da de comer.
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