SOCIEDAD › DOS EXPERTAS ANALIZAN LA AGRESION ENTRE CHICOS

“No tienen registro del daño”

 Por Andrea Ferrari

A cierta edad, las mordeduras son moneda corriente en los jardines de infantes, aunque los especialistas consultados coinciden en que ningún episodio suele tener la magnitud del que motivó la causa judicial. Aquí, dos expertas –la directora de Educación Inicial de la Secretaría de Educación porteña, Estela García, y la directora del nivel inicial de la Escuela del Sol, Bettina Caron– explican cómo se trabaja con las situaciones de violencia entre los más chicos.
“Los chiquitos en este proceso evolutivo, al año y 9 meses, están en una faceta de su vida en la que como no han desarrollado función simbólica que les permite desarrollarse a través del habla, el modo en que incorporan la realidad es a través del cuerpo. No hay registro de conciencia moral, no tienen registro del daño que están ocasionando –sostiene Estela García–. Las mordeduras son habituales a esta edad, aunque no con esta dureza. Ellos hacen estas demostraciones para vincularse con otros, establecer relaciones. Es cuando empiezan a tomar conciencia de que dejan el yo y empiezan a construir otro.”
En el ámbito de la ciudad, explica García, “tenemos organizados los jardines maternales de forma que los chicos están distribuidos por edades, cada cinco lactantes hay una docente y para los deambulantes hay otro ámbito físico, no están integrados”.
“Como estamos en edades tan tempranas –agrega– llevamos a cabo permanentemente vinculaciones con la familia donde se puede visualizar cuál es la situación familiar que puede estar atravesando este nene. Se ha dado alguna situación en la que el chico pone en acto lo que vive en situación pasiva en su casa. En el momento en que se detecta que este tipo de situaciones se repiten, se hace un seguimiento y observación especial y si es necesario se solicita una derivación.”
Bettina Caron, directora del nivel inicial de la Escuela del Sol, coincide en que “entre el año y medio y los dos años aparece la tendencia a morder y a los tres en general pasa. Es una manera de expresar otra cosa, no es para dañar, es morder por celos, por impotencia, por no poder resolver la situación de otro modo. Entonces puede darse el caso de una mordida fugaz, que deje una marquita, pero en 32 años como directora nunca vi un caso de 13 marcas”.
Caron sostiene que hay “un nivel de agresión normal en los chicos, no hay que pensar que es un monstruo, pero hay a veces un nivel que excede, que puede ser peligroso y perturbar el grupo. En ese caso hay que trabajar mucho con ese chico y sus padres y evaluar la posibilidad de que siga o no en la institución”.

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