SOCIEDAD › LA UNIDAD 25, EL PENAL EVANGELICO

Una cárcel que parece una iglesia

Por A.S.

Daniel Tejeda es el policía de la Bonaerense que todos nos imaginamos cuando nos ponemos a imaginar un policía de la Bonaerense: ancho como un oso, morocho, los borceguíes apretados deformando la tela de su pantalón de fajina. Tiene una sonrisa de nene que va un poco a contramano de su cara espesa y es el guía de la recorrida por los pasillos de la Unidad 25 Cristo la única esperanza, la cárcel que él dirige.
En la U25, a pocas cuadras de la cárcel de Olmos, hay 210 presos: todos evangélicos. El mismo Tejeda es pastor. Y casi todo el personal, incluyendo 35 guardiacárceles, son también cristianos evangélicos. Es la única cárcel/iglesia de América latina y funciona desde mayo de 2002, cuando la primera docena de seleccionados llegó desde Olmos. El sistema funciona así: Juan Zuccarelli propone a sus mejores chicos de los pabellones evangélicos y luego Tejeda va, les da el OK y se los trae. “Yo no leo sus legajos, no me importa que hayan asesinado a veinte o robado un caramelo, lo único importante para mí es su compromiso espiritual. Sin compromiso espiritual, acá duran poco”, explica Tejeda.
Ni de la Liberación ni de la Prosperidad, en la U25 se impone lo que podría llamarse la Teología de la Higiene. Todo reluce, nada huele. Es su sello, su marca de diferencia con Olmos, con el resto de los presos, con el resto del mundo. En un gran edificio de dos pisos que termina en techo de tejas a dos aguas, las celdas se ubican una tras otra. “No son celdas, son piezas”, explicará Marcelo Rojo, 32 años, en Olmos desde los 21, condenado a cadena perpetua por homicidio y ahora pastor principal de la U25. Como este penal es de seguridad atenuada y autodisciplina, las celdas a las que Rojo llama piezas permanecen las 24 horas del día con las puertas abiertas. “Es más, quisiéramos sacarles las puertas, directamente”, dice Tejeda. En cada una el cuadro se repite: al pasar este cronista, todos se forman derechitos, las manos detrás de la cintura, cada uno junto a su cucheta, como si llegara una inspección. Cada pieza alberga a entre seis y ocho internos que duermen en cuchetas siempre hechas, con las sábanas dobladas.
De pronto, desde el fondo del pasillo del segundo piso llega como un cantito de cancha. Cuando uno se va acercando a la sala de culto, el cantito se vuelve más nítido: “Yo creo en el poder que no se toca/yo creo en el poder que no se ve/agua viva es Jesús/agua viva es Jesús”. Son unos veinte, todo llevan el pelo rapado, jogging, remera y zapatillas, cantan haciendo palmas con los ojos cerrados, la cabeza un poco levantada. “Esta es la sala de cultos. Estos llegaron recién”, explica Rojo. La habitación es pequeña y, excepto dos, todos están de pie formando un círculo. En el centro, el único que tiene los ojos abiertos parece dirigirlos, avivarlos cuando el cantito languidece, cambiar de cantito cuando el cantito se agotó. A un costado, otro se arrodilló como un musulmán en dirección a La Meca.
Durante el almuerzo, Tejeda va a contar que hace 15 años se convirtió a Cristo, que antes había sido un mal esposo, un mal policía, un funcionario corrupto, que para él “a los presos había que cagarlos a palos”. “Hoy entiendo que el hombre delinque porque no vive en Dios. Yo mismo vivía fuera de Dios y por eso hacía lo que hacía”, dice.
Después de comer, Rojo nos lleva por la huerta donde los presos aprenden a sembrar, por los talleres, donde aprenden oficios como tallado en madera, cerámica y apicultura, y finalmente nos deja en el culto principal. Son cerca de las tres de la tarde y frente a la población carcelaria entera, Tejeda, que ya se sacó su rompevientos y ahora luce su remera azul con el escudo del Servicio Penitenciario Bonaerense, abre la Biblia y pide: “Juan 15:11”. Todos tienen una Biblia en la mano y todos obedecen. No hay un solo guardia en el salón. Tejeda les lee sobre el gozo y la libertad y luego les dice: “Ustedes, que son libres espirituales y que pronto recuperarán la libertad física, no se preocupen por sus causas, dejen todo en mano de Dios, que él sabe los tiempos”.
Después, todos vuelven a entonar las alabanzas, pero ahora no son un grupito de recién llegados sino los doscientos, retumbando y aplaudiendo y saltando. Algunos lloran, otros se abrazan. Tejeda, que también aplaude, los mira sin sorpresa.
El día en la U25 comienza a las seis de la mañana con, por supuesto, oración y limpieza. Así que sobre las cinco de la tarde ya hay clima de fin de jornada. En la pieza tres, sentado sobre su cucheta, un joven que no tendrá más de 25 saca acordes en un criolla. Contra lo que pudiera imaginarse, las paredes no están tapadas de estampitas, cruces, imágenes divinas y otros objetos de santería. Apenas hay, en algunas, un cartel que anuncia el amor de Jesús por los presos, el amor de los presos por Jesús.
De regreso al segundo piso, Rojo muestra algo así como una sala de acopio, donde se junta lo que los presos donan cada vez que reciben alimentos de sus familias. Rojo abre la puerta de un armario de metal y allí hay apilados paquetes de fideos, polenta, arroz. “Esto lo tenemos guardado. Cuando la familia de un preso está pasando hambre allá afuera, el preso puede venir y pedir alimentos. Entonces desde acá se los mandamos”, explica Rojo, la cara impersonal, amable, pero sin efusividad, los movimientos lentos de líder bien asentado. Rojo es pastor, pero antes era “poronga” de pabellón. Llegó a Olmos después de matar a un rehén en un salto a un súper y lo primero que hizo fue enfrentar al Tarta. En veinte minutos de faca se quedó con su marica y su pabellón. Lideró, entre otros, el motín del ‘92 con el que intentaron darle apoyo político a Sierra Chica. Eso le costó un año de calabozo. “Adentro de esa pieza de dos por uno y medio conocí a Cristo. Es duro ese momento, sin ver a nadie, llorás mucho ahí adentro. Pero fue para bien.” Rojo salió convertido y fue el primero en llegar a la U25 que dentro de una hora, a las ocho de la noche, cuando todo se metan en la cama, estará hecha un puro silencio.

Compartir: 

Twitter

SUBNOTAS
 
SOCIEDAD
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.