SOCIEDAD › COMO LAURA LIDERO EL PIQUETE DE CUTRAL-CO
De profesora a piquetera
Por Mariana Carbajal
“También le reclamo que me obligó a ser piquetera. No porque haya algo feo en serlo, sino porque me llevó a ese extremo”, dice Laura Padilla, con voz suave, pero firme, y se refiere a las estrecheces económicas que sufrió por la negativa de su ex esposo de cumplir con la cuota alimentaria para sus hijos tras la separación definitiva. Tan suave son sus modales que cuesta imaginarla al frente de la pueblada que obligó, en 1996, al entonces gobernador de Neuquén, Felipe Sapag, a sentarse a negociar con los vecinos de Cutral-Có. Fue ella quien redactó y firmó el acta en la que el mandatario provincial se comprometió a dar soluciones al pueblo. Lo más insólito es que Laura fue piquetera casi por casualidad.
Después del piquete, Laura y sus hijos volvieron a vivir a General Roca, donde ella se convirtió en martillera, en oficial de Justicia y el último año además finalizó un curso de especialización en violencia familiar. Cuando se produjo el corte de ruta en Cutral-Có, hacía tres años que Laura y J. D. se habían divorciado. Por entonces, ella estaba saliendo del encierro al que estuvo confinada –dice– durante el matrimonio y ya peleaba en la Justicia contra su ex esposo en un juicio por alimentos y amenazas, que finalmente ganó en 1998 (ver nota central). La separación la dejó en la pobreza y con tres hijos. No tenía trabajo –según cuenta, él la obligó a renunciar a su trabajo donde cobraba casi 1200 pesos mensuales– y empezó a ganarse la vida dando clase de apoyo escolar, primero en su casa y después en un modesto instituto que abrió con un profesor. Así transcurría su vida cuando se topó con el piquete.
“Para la historia quedé como la madre de los piquetes argentinos. Pensar que fui a comer un asado a la ruta y nunca más me fui”, recuerda. Ya no le atemoriza contar cómo surgió aquella pueblada. “El corte de ruta fue armado por los políticos. Ahora lo digo con nombre y apellido. En otro tiempo me daba un poco de miedo decirlo. Adolfo Grittini, que era de la lista opositora a Sapag en la interna del Movimiento Popular Neuquino y había perdido como candidato a vicegobernador de Sobish, llevó colectivos, taxis, alcohol, comida y pañales a la ruta. Nos obligaron a tener cerrados los negocios y comercios del pueblo, si no te venían a tirar piedras. En la ruta había varios amigos y todo era gratis, así que me fui para allá a comer un asado”, recordó. Con el paso de las horas, los políticos perdieron el control y la pueblada tuvo vida propia.
La historia de Laura como líder piquetera quedará plasmada en el libro Contentious Lives (Vidas beligerantes), que el año próximo será publicado por la Duke University Press, de Estados Unidos, y fue escrito por el argentino Javier Auyero, profesor de sociología de la Universidad Estatal de Nueva York.
Laura llegó a comer un asado, pero la movida popular la conmovió y poco a poco fue convirtiéndose en líder natural de uno de los cortes, el que estaba próximo a Añelo. “Cuando llegué, la gente que me conocía me pidió que, como yo trabajaba con adolescentes, le fuera a hablar a un grupo de chicos que habían tomado bastante vino y estaban borrachos. Fui y los convencí de que comieran, tomaran mate cocido, algo caliente, no te olvides de que estábamos en pleno invierno. Convencí a un grupo, después me mandaron a otro grupo que también tomaba. Y cuando del corte principal, Grittini pidió representantes de los piquetes, la gente me dijo: ‘Andá, Laurita, vos que sabés hablar un poco más’ y a mí me gustó la idea porque yo sabía que en el piquete principal estaban varios de mis amigos. Pero cuando llegué, me horroricé de lo que veía. Había muchísima cantidad de gente y yo pensaba que estaban cometiendo un delito, que los iban a venir a matar a palos. Por los micrófonos se empezaba a pedir la renuncia de Sapag. Entonces, me volví a mi piquete y empecé a aconsejar a la gente que se fuera, porque en cualquier momento los iban a venir a sacar. Pero me empezaron a decir: ‘la gente no se va a ir, Laura, la gente está comiendo’. La gente no tenía trabajo y en la casa no tenía comida ni gas,ahí estaban calentitos porque sea como sea las cubiertas daban calor. Yo les decía que se fueran, que se llevaran la comida que había en el piquete, pero que se fueran porque iba a venir la policía y yo le tenía terror a eso. Pero era tanta cantidad de gente que era imposible convencerla”. Ante ese panorama, Laura decidió volver a su casa. Pero alguien le suplicó que no los dejara solos. Y se quedó.
“Empecé a cuidar a uno, a otro. Yo les quería explicar a ellos que los estaban usando. Entonces, fuimos a la radio, con otro muchacho a convocar a esos representantes que habían llamado a la tarde para hacerles ver eso: que nos estaban usando y que estaban corriendo peligro. Todos estuvieron de acuerdo, pero al mismo tiempo decían que era imposible sacar a la gente. Así que ahí empezamos a cuidar gente. Fueron seis días en los que no dormí una noche”. Fue Laura la que redactó y firmó el acuerdo con Sapag. “En el acta puse una frase que dice: ‘clara muestra del hambre que padecen estas dos localidades’ (en referencia a Cutral-Có y Plaza Huincul) y esto fue lo que permitió que fuera constitucional el corte de rutas. Me lo dictó Dios, no tengo dudas”.