SOCIEDAD › NIEVES Y YOLANDA
Consuegras para elaborar el duelo
Yolanda Gualdoni y Nieves Rosolen se miran, se toman la mano, se sonríen. Sabe que estando juntas conjuran por momentos la angustia que las une. El hijo de Yolanda y la hija de Nieves partieron como novios de Buenos Aires y se casaron en Treviso, cerca de Venecia, donde aspiran encontrar el lugar en la vida que no pudo ser aquí. Fue en diciembre del año pasado y ahora, ambas, siempre juntas, forman parte de Madres desarraigo.
“En febrero de 2000 vino mi hermana que vive en Italia para el casamiento de la hija y entusiasmó a los chicos: ‘Che, por qué no se vienen’, les decía.” Nieves confiesa que les dio apoyo desde el principio: “Si ni yo veo futuro acá para mí”. Paola tiene 30, estudió comercio exterior y, como el padre es italiano, la ciudadanía no era problema. Se largó sola para terminar allá con todos los papeles.
Mauricio, el hijo de Yolanda, de 24, en realidad tenía trabajo. Era empleado en una tienda de ropa sobre la avenida Córdoba. “Lo querían retener, le ofrecían ser encargado en otro local. Pero se fue igual. Allá tendría mejores oportunidades”, cuenta la madre. Ahora Mauricio, que se convirtió en ciudadano italiano al casarse con Paola, trabaja en una empresa constructora. Y ella, en una fábrica de madera.
Nieves viajó para el casamiento y bajó el umbral de angustia al ayudarle a su hija a armarle la casa. Yolanda no pudo ir. Y cuando Mauricio ya no estaba, se derrumbó: “Mi marido trabaja y yo estoy sola todo el día en casa. Y de pronto se me dio por no hacer nada. No limpiaba, no hacía los mandados. Yo sabía que lo tenía que hacer. Y no lo hacía. Sólo lloraba”. A la semana de la partida, Adriana Abba –ambas son de Mechita, un pueblo a nueve kilómetros de Bragado, en la provincia de Buenos Aires– la llamó para invitarla a Madres desarraigo.
Así es como Yolanda pudo recomponerse de su duelo. Aunque ya tiene en puerta uno nuevo: Marcela, su otra hija, quiere seguir los pasos de Mauricio. A Nieves le quedan otros tres hijos. Y una tiene proyectos de irse. “Ahora estoy tolerando en mis otros hijos lo que antes no toleraba”, confiesa.