Dom 21.12.2008
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AGRO > EL PODER DE LAS GRANDES CADENAS

Los supermercados y el hambre

La enorme concentración en los canales de distribución de alimentos incide en la crisis alimentaria a escala global.

› Por Esther Vivas *

La crisis alimentaria dejó sin comida a miles de personas en todo el mundo. A la cifra de 850 millones de hambrientos, el Banco Mundial añade cien millones más fruto de la crisis actual. El “tsunami” del hambre no tiene nada de natural, sino que es resultado de las políticas neoliberales impuestas durante décadas por las instituciones internacionales. Hoy, el problema no es la falta de alimentos sino la imposibilidad para acceder a ellos debido a sus altos precios. Esta crisis alimentaria deja tras sí a una larga lista de perdedores y ganadores. Entre los más afectados se encuentran mujeres, niños y campesinos expulsados de sus tierras, pobres urbanos. En definitiva, aquellos que engruesan las filas de los oprimidos del sistema capitalista. Entre los ganadores, encontramos a las multinacionales de la industria agroalimentaria que controlan de origen a fin la cadena de producción, transformación y comercialización de los alimentos. De este modo, mientras la situación de crisis azota, principalmente, a los países del sur, las multinacionales del sector ven multiplicar sus ganancias.

Monopolios

La cadena agroalimentaria está controlada en cada uno de sus tramos (semillas, fertilizantes, transformación, distribución) por multinacionales que consiguen grandes beneficios gracias a un modelo agroindustrial liberalizado y desregularizado. Un sistema que cuenta con el apoyo explícito de las elites políticas y de las instituciones internacionales que anteponen los beneficios de estas empresas a las necesidades alimenticias de las personas y el respeto al medio ambiente.

La distribución cuenta con una alta concentración empresarial. En Suecia, tres cadenas de supermercados controlan el 95 por ciento del mercado; y en Dinamarca, Bélgica, España, Francia, Holanda, Gran Bretaña y Argentina, unas pocas empresas dominan entre el 45 y el 60 por ciento del total. Las megafusiones son la dinámica habitual en el sector.

Este monopolio y concentración permite un fuerte control a la hora de determinar lo qué consumimos, a qué precio, de quién procede, cómo ha sido elaborado y con qué productos. En 2006, la segunda empresa más grande del mundo por volumen de ventas fue Wal-Mart y en el listado de las cincuenta mayores empresas mundiales se encontraban también, por orden de facturación, Carrefour, Tesco, Kroger, Royal Ahold y Costco. Nuestra alimentación depende cada día más de los intereses de estas grandes cadenas de venta minorista y su poder se evidencia con toda crudeza en una situación de crisis.

De hecho, en abril de 2008 y frente a la situación de crisis alimentaria mundial, las dos mayores cadenas de supermercados de Estados Unidos, Sam`s Club (propiedad de Wal-Mart) y Costco (de venta a mayoristas), apostaron por racionar la venta de arroz en sus establecimientos aludiendo a una posible restricción en el suministro de este cereal. En Gran Bretaña, Tilda (la principal importadora de arroz basmati a nivel mundial) también estableció restricciones en algunos establecimientos al por mayor. Con esta medida se puso en evidencia la capacidad de las grandes cadenas de incidir en la compra y venta de determinados productos e influir en la fijación de sus precios. Un hecho que ni siquiera se había producido en Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, cuando se restringió el acopio de petróleo y neumáticos, pero no de alimentos.

Cambio de hábitos

Otra dinámica que se puso de relieve frente a la situación de crisis alimentaria ha sido el cambio de hábitos a la hora de hacer las compras. Ante la necesidad, por parte de los clientes, de abrocharse el cinturón y buscar aquellos establecimientos con precios más baratos, las cadenas de descuento han sido las que salieron ganando. En Italia, Gran Bretaña, España, Portugal y Francia, estos supermercados han visto aumentar sus ventas entre 9 y 13 por ciento el primer trimestre del 2008 respecto al año anterior.

Otro indicador del cambio de tendencia es el aumento de las ventas de marcas blancas que ya suponen, según datos del primer trimestre del 2008, en Gran Bretaña un 43,7 por ciento del volumen total, en España un 32,8 por ciento, en Alemania un 31,6 por ciento y en Portugal y Francia alrededor del 30 por ciento. Cuando son, precisamente, las marcas blancas las que dan un mayor beneficio a las grandes cadenas de distribución y permiten una mayor fidelización de sus clientes.

Pero más allá del papel que la gran distribución pueda jugar en una situación de crisis, este modelo de distribución ejerce a nivel estructural un fuerte control e impacto negativo en los distintos actores que participan en la cadena de distribución de alimentos: campesinos, proveedores, consumidores, trabajadores, etc. De hecho, la aparición de los supermercados, hipermercados, cadenas de descuento y autoservicios en el transcurso del siglo XX, ha contribuido a la mercantilización del qué, el cómo y el dónde compramos supeditando la alimentación, la agricultura y el consumo a la lógica del capital.

* Miembro de la Red de Consumo Solidario y de la campaña No te comas el mundo. ALAI-AmLatina alainet.org

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