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Domingo, 13 de octubre de 2002

LOS DESAFIOS ECONOMICOS Y SOCIALES DEL PROXIMO GOBIERNO BRASILEÑO

Tareas para el día después

Luego de la primera vuelta de las elecciones brasileñas, la corrida contra el real fue fulminante. Lula, el probable ganador de la segunda vuelta, se enfrentará a una agenda económica más que complicada.

Por Alejandro Marco del Pont y Lic. Leonardo
Perichinsky *

Cambió sus poleras por trajes Armani, arregló su dentadura, contrató un peluquero para que cuide su “look”, moderó su discurso y combina el color de su vestimenta. Coqueteó con el poder, pero a Luiz Inácio Lula da Silva no le alcanzó para ser el nuevo presidente de Brasil en primera vuelta. La segunda vuelta, más allá de las negociaciones que se conocerán a medida que corran los días, estará disputada por la incertidumbre generada ante el cambio de rumbo de la política económica que podrá implementar el “eterno candidato de la izquierda” o la continuidad de la política económica implementada por el gobierno.
Si bien ambos candidatos saben de las necesidades de Brasil, el líder del PT fue votado para guiar y modificar los destinos de la octava economía mundial y, aunque jura y promete al pueblo mejorar su condiciones de vida, una vez al mando del país, la oposición y los organismos internacionales le harán bastante difícil esta tarea.
A pesar de que la distancia entre la propaganda y la realidad es grande, Lula sabe que Brasil es una de las economías más desigual de la Tierra. Y que la concentración del ingreso ha ido aumentando década tras década. El 20 por ciento más pobre de la población brasileña se lleva tan sólo el 2,5 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 20 por ciento más rico se queda cada año con casi dos tercios. Lula encuentra hoy un país con 50 millones de pobres y 32 millones de indigentes. También tendrá que enfrentar una de las tasas de desempleo más altas de los últimos años: 7,3 por ciento, unas 8 millones de personas.
Para mantener el actual nivel de desempleo, Brasil necesita crecer a una tasa de 3,5 por ciento anual y absorber así al millón y medio de personas que anualmente se incorpora al mercado laboral. Si el PBI de Brasil creciera a una tasa 4 por ciento anual con una productividad del empleo del 1,5 por ciento, la tasa de crecimiento del empleo sería de 2,5 por ciento, es decir, 2 millones de puestos de trabajo, con lo cual la economía brasileña necesitaría 16,6 años de expansión económica para terminar con el desempleo.
Cuando el actual presidente Cardoso buscó la reelección en 1998, la deuda interna pasó del 12,1 al 35 por ciento del PBI a lo largo del año, hoy es del 62. En 1994, la deuda a tasa variable era del 16 por ciento y en la actualidad es cercana al 70, con el agregado de que ahora el régimen es de tipo de cambio flotante. Esta estructura de deuda ha generado nerviosismo y desconfianza, llevando a los compradores de deuda interna a pedir tasas cada vez más altas, indexadas y a plazos más cortos. El poder económico de Brasil ha descontado una reprogramación de la deuda o un default, no por quien asuma, sino por la imposibilidad de cumplir con los pagos. Unido a esta tesis, la imposición por parte del FMI de un programa fiscal que intenta financiar la deuda interna con fuerte superávit primario, hace la situación económica de Brasil aún más delicada.
Después de dos trimestres de contracción económica, el país está técnicamente en recesión. En lo que va del año, el real ha perdido más del 50 por ciento de su valor, las empresas que integran el Ibovespa han perdido más de un 15 por ciento de su valor patrimonial y el riesgo país sigue los pasos de Argentina.
La crisis financiera brasileña se ha profundizado durante los últimos tres meses, durante los cuales, además de la fuerte depreciación del real, se ha verificado una fuga de capitales del orden de los 4500 millones de dólares. Esta tendencia se ve agravada por el déficit en cuenta corriente y las amortizaciones de la deuda, lo que estimula a que la economía entre en una lógica de funcionamiento que hace indispensable un ingreso de capitales del orden de los 30.000 millones de dólares anuales.
En suma, las expectativas ante la futura asunción de Lula a la presidencia del Brasil son muchas y variadas. Asume en un momento crítico de la economía brasileña. Técnicamente en default, en medio de continuos ataques especulativos contra el real, fuerte fuga de capitales y sabiendo que “los mercados” no le van a perdonar nada.
Sus principales desafíos serán:
n Encontrar la manera de torcer la fuerte tendencia históricamente regresiva en la distribución del ingreso.
n Incrementar el gasto social y orientarlo hacia los problemas de la niñez y la indigencia.
n Incentivar la inversión.
n Reformar la política fiscal hacia un esquema más progresivo y buscando reducir los mecanismos que incentivan a los Estados a introducir exenciones impositivas para la radicación de grandes empresas.
n Impulsar el Mercosur como contraposición al Alca y definir la posición de Brasil respecto de la política exterior norteamericana.
n Renegociar la deuda interna y, fundamentalmente, modificar el mecanismo indexatorio que incentiva los ataques especulativos contra el real.
Más allá de las expectativas que genera la posible llegada de Lula al poder y las posibilidades ciertas de llevar adelante un programa con los objetivos planteados, visto desde la Argentina sólo podemos alegrarnos y a su vez envidiar el momento de una nueva ilusión brasileña.

* Directores de KP&M Consultores.

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Luiz Inácio Lula da Silva va camino a ser el próximo presidente de uno de los países con la peor distribución del ingreso del mundo.

Brasil / elecciones

A Luiz Inácio Lula da Silva no le alcanzó para ser el nuevo presidente de Brasil en primera vuelta.

La segunda vuelta, más allá de las negociaciones que se conocerán a medida que corran los días, estará signada por la incertidumbre.

La crisis financiera brasileña se ha profundizado durante los últimos tres meses con una fuerte depreciación del real.

Las expectativas ante la futura asunción de Lula a la presidencia del Brasil son muchas y variadas.

Asume en un momento crítico de la economía brasileña. Técnicamente en default, en medio de continuos ataques especulativos contra el real y fuerte fuga de capitales.

 
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