Un estudio del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) sobre la evolución de la economía de los últimos años afirma que la desaceleración que se observa a partir de 2007 responde más a los límites del modelo de crecimiento que al estallido de la crisis económica mundial, a la que –incluso– antecede. Cash dialogó con la economista Mariana González, investigadora de Cifra y del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino.

¿Qué tendencia observan en la economía entre 2003 y 2008?

–En 2003 se inicia un período de crecimiento muy alto que hacia 2007 empieza a desacelerarse, antes del estallido de la crisis internacional. Algunos signos en la industria y el mercado de trabajo hablan de límites en ese crecimiento. A nivel sectorial, los productores de bienes, en particular la industria de la construcción, crecieron por encima del promedio, un rasgo distinto a lo que sucedió durante la convertibilidad. A partir de 2007/2008, los efectos de la crisis se sintieron más rápido sobre esa industria. En el agro, el crecimiento fue la mitad del promedio, aunque se expandió en ventas totales porque los precios fueron elevados.

¿Por qué cree que se da ese comportamiento?

–Por el patrón de crecimiento propio del período vinculado con un tipo de cambio alto, aunque esa competitividad se fue perdiendo. Ese tipo de cambio favorecía a los sectores industriales que producían para el mercado interno, con lo que las exportaciones crecieron mucho, pero no a ritmos superiores a los de otros países de América latina con otros regímenes cambiarios.

¿Por qué se produce una reversión de ese ciclo antes de la crisis?

–La desaceleración de la industria y la caída de su producción son previas a la crisis mundial. Esto impactó en el mercado de trabajo: desde 2007, la tasa de empleo está prácticamente estancada, pese a que siguen aumentando los puestos registrados y disminuyendo los no registrados, aunque en menor medida. Esto se da por los factores que impulsaron el alto crecimiento anterior, vinculados con la vigencia de salarios reales muy bajos, que recién entre fines de 2006 y principios de 2007 alcanzan los valores de 2001. El mecanismo de basar la rentabilidad en los bajos salarios se va agotando. Además, el tipo de cambio alto, que implicaba una protección para esa industria sustitutiva, deja de tener efecto cuando el tipo de cambio se empieza a apreciar. En un contexto de inflación, dejar el tipo de cambio nominal en 3 pesos supone una apreciación que tiene consecuencias en estos sectores.

¿Cuáles son las implicancias de que el crecimiento dependa del tipo de cambio?

–En la Argentina hay sectores que necesitan protección de la competencia exterior para subsistir y crecer, pero deberían ser protegidos con mecanismos que no impliquen mantener salarios deprimidos. Volver a pensar en mecanismos arancelarios de protección puede tener efectos distintos al hecho de recurrir sólo al tipo de cambio.

¿Mantener los salarios bajos está asociado a otros aspectos?

–Hoy que es claro que la Argentina está en una recesión, el mecanismo de reactivar la demanda puede tener que ver con la mejora del poder adquisitivo de los salarios, una herramienta de política a la que el gobierno no recurrió en gran medida. Se debe pensar en un desarrollo económico que beneficie a la población en base a un patrón de crecimiento que no implique bajos ingresos sino creación de empleo y paulatina recuperación de los salarios.

¿Cómo repercutió la desaceleración de 2007 sobre el comercio exterior?

–Dado que las estadísticas de las Cuentas Nacionales no resultan del todo confiables desde la intervención del Indec, miramos los datos de exportaciones e importaciones para ver qué sucedía con el PBI. Las importaciones tuvieron una caída muy fuerte que se siguió acelerando. En comparación con Brasil y Chile, nuestras importaciones tuvieron un crecimiento mayor. Pero en esos países, el Producto cayó en el primer trimestre de este año un 2 por ciento, mientras que en la Argentina aumentó un 2 por ciento. Eso evidencia que la situación de la Argentina es más grave de lo que muestran las estadísticas del Indec.