Domingo, 27 de septiembre de 2009 | Hoy
ENFOQUE
Por Gonzalo Arias y Roberto Olivieri *
La batalla por la elección de la norma digital puso a la televisión nuevamente en el centro de la agenda política mundial. Un tablero de 195 países y cuatro normas diferentes. Como en el T.E.G., se ha librado la conquista de nuevos horizontes motorizada por la oportunidad de desarrollar nuevos negocios. En este contexto internacional, la reciente decisión de la Argentina y Chile, que se sumarán a Brasil en la implementación de la norma japonesa-brasileña, reabre un espacio de debate regional respecto de la posibilidad de consolidar un frente común.
La televisión digital está en juego y precipita tensiones y oportunidades similares a las vividas durante la década del ’70, cuando la pantalla abandonaba el blanco y negro y las naciones debieron optar entre dos normas de codificación y transmisión: la norma PAL promovida por Europa y la norma NTSC proveniente de Estados Unidos. Dos de los actuales protagonistas del proceso digital son los mismos que entonces. Los otros contendientes son Japón, China y Brasil, que astutamente se metió en la discusión. Se trata de una definición que hoy es centralmente de política pública, pero que se inició motivada por el interés privado. Es decir, una decisión que deben tomar los Estados nacionales, pero que nació de la visión de negocio de distintos consorcios empresarios que vienen recorriendo el mundo desde finales de la década del ’90, buscando nuevos adeptos.
Detrás de cada norma viene empujando un grupo de empresas que buscan hacer pie en el mercado audiovisual digital. Es el caso de la norma estadounidense ATSC (Advanced Television Systems Committee), que es promovida por más de 140 compañías de radiodifusión y de electrónica, entre las que se encuentran LG-Zenith, Harris Corporation, Dolby Laboratories, Samsung, Sharp y JVC, entre otras. Lo mismo ocurre con la norma europa DVB (Digital Video Broadcasting), que se encuentra respaldada por más de 270 empresas afines, entre las que se encuentran Telecom, Telefónica, Philips, Movistar, Siemens Argentina, DMT y Nokia. La norma japonesa ISDB (Integrated Service Digital Broadcasting) cuenta con el empuje de grandes consorcios como NEC, Sony, Panasonic y Sanyo. China se encuentra desarrollando su propio estándar, que podría ser considerado como una cuarta norma, aunque todavía ésta se encuentra en su fase de desarrollo.
Tácticas y Estrategias de Guerra (T.E.G.), primero estrictamente comerciales y ahora necesariamente políticas, que todavía no alcanzan a impactar en el último eslabón de la cadena que son los ciudadanos, los usuarios de la televisión, y que aún no dejan claro en cuánto se modificarán los hábitos de consumo de las producciones audiovisuales.
Aún no se puede dimensionar el impacto cultural que tendrá este avance tecnológico que, además de un buen negocio, puede ser una oportunidad para transformar los sistemas televisivos mundiales, tanto con relación al acceso a las redes de televisión como a la participación de las audiencias.
El caso norteamericano es un buen ejemplo que nos anticipa algunas de las posibles consecuencias de lo que vendrá. Como planificó en 1998, este año Estados Unidos produjo su apagón analógico, siendo el séptimo Estado en hacerlo sumado a Finlandia, los Países Bajos, Andorra, Suecia, Luxemburgo y Suiza. Sin embargo, alrededor de 2,5 millones de hogares aún no pudieron migrar al sistema digital y se han quedado sin acceso a la televisión abierta, ahora digital. Nuevamente el avance tecnológico muestra su peor cara y enciende una luz de alerta para el resto de los países. En este sentido, la digitalización de la televisión abre paso hacia una revolución en las formas de hacer, pensar y ver televisión. Esta posibilidad conlleva cambios profundos a nivel económico, político y cultural, y exige que su implementación se realice de manera responsable y planificada para que esta nueva tecnología permita fortalecer medios de comunicación democráticos.
Pocos días atrás, el gobierno argentino eligió la norma japonesa-brasileña y fijó el apagón analógico para 2019. Se anticipan fuertes inversiones, pruebas de transmisión para el próximo año y desarrollo e investigación local para acompañar la implementación del nuevo recurso tecnológico. Los países de América latina recién inician el camino hacia la TV digital. Se escuchan voces que ven en la elección de la norma digital la oportunidad de generar un proyecto integrador a nivel regional que permita fortalecer las producciones nacionales públicas y plurales, el intercambio de obras televisivas regionales y la producción regional de equipos. Un proyecto que en un principio se vio truncado con las elecciones de Brasil, Uruguay y Colombia, que fueron los primeros en afrontar el desafío, pero que optaron por estándares distintos. El primero propuso desarrollar una adaptación propia de la norma japonesa y los segundos –junto a Panamá– optaron por la norma europea. Vale destacar también que otros países latinoamericanos como El Salvador, Honduras y México eligieron la opción estadounidense. Sin embargo, la reciente elección argentina por la oferta japonesa, sumada a Brasil, Chile y a Perú, vuelve a poner en el centro de la escena la oportunidad de potenciar el aspecto regional en el marco del nuevo orden mundial generado por el proceso digital.
La televisión digital implica la mayor transformación tecnológica en el ámbito de la industria audiovisual de los últimos 40 años y el mundo ya ha registrado su impacto a nivel geopolítico. En lo concreto, la televisión digital permitirá que por cada canal analógico existente se puedan obtener entre 4 y 6 digitales. En el caso de la norma japonesa podrán emitirse dos señales de alta definición y hasta seis en estándar. Por otra parte, la televisión digital podrá ser recibida desde diferentes soportes, como computadoras, celulares y mp3, entre otros. En síntesis, en este escenario convergente donde confluyen Internet, las telecomunicaciones y lo audiovisual, la televisión digital se inserta ofreciendo más canales, mayor calidad y posibilidades de interacción, interpelando de una manera mucho más activa al espectador.
Las fichas ya están casi todas echadas. Queda por preguntarse entonces si la llegada de la televisión digital permitirá reorganizar el mapa mundial, hacer más equitativos los flujos entre centro o periferia y saldar las deudas de acceso a la televisión abierta que existen en países como el nuestro; o si los dueños de la pelota serán los mismos y las brechas continuarán aumentando. Se trata ni más ni menos de la vieja promesa tecnológica, cuyo cumplimiento no sólo dependerá del espacio que pueda ocupar una frecuencia de televisión en el espectro radioeléctrico sino más bien de la capacidad de los Estados para compatibilizar el desarrollo de un negocio con mejores oportunidades culturales y económicas para toda la población. Afortunadamente, Brasil y la Argentina ya están sumando esfuerzos para recorrer ese camino
* Docentes de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad de Buenos Aires.
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