Domingo, 17 de julio de 2016 | Hoy
EL BREXIT Y LOS LíMITES DEL REFERéNDUM
El gran interrogante que preocupa tanto a políticos y defensores de la integración regional es en qué medida este revés se extenderá por dentro y por fuera de la Unión Europea.
Por Mercedes Botto *
El éxito del Brexit es un buen ejemplo del avance conservador en la política global y regional en estos días fruto, en gran parte, de la desaceleración económica. Como una ola, los avances de los gobiernos progresistas y las políticas de inclusión en el pasado reciente, retroceden para dar lugar a un nuevo ciclo conservador marcado por gobiernos de derecha con propuestas excluyentes y regresivas. Como sugiere Álvaro García Linera, no hay nada de nuevo en la historia, sólo esperemos que en este ciclo de avance y retirada, lo que queden sean los aciertos y que los errores del pasado no vuelvan.
La decisión de la mayoría británica, aunque no tan amplias (51,8%), fue la de abandonar su participación en el proceso de integración regional más exitoso hasta ahora conocido en el planeta, el de la Unión Europea (UE). Creada en 1947 para evitar una nueva guerra mundial, la idea de delegar soberanía en pos de un proyecto comunitario siempre fue mirada con desconfianza y desinterés por Gran Bretaña. De allí su tardía incorporación, en 1973, criticada y resistida por algunos países fundadores como Francia.
La decisión de patear la mesa cuarenta y tres años después es, sin lugar a dudas, una apuesta muy fuerte y de la que se sabe muy poco hasta ahora sobre sus alcances económicos, sociales y políticos y, sobre sus implicancias para el país, la región y el mundo. De cualquier manera, para reducir la incertidumbre y preocupación actual (que se visualiza en caída de las bolsas) vale la pena recordar que la participación de Gran Bretaña en la construcción de la UE, siempre fue cauta y medida. En primer lugar, nunca aceptó abandonar la libra para ser parte de la Unión monetaria y usar al Euro como moneda de intercambio. Tampoco abandonó sus políticas nacionales en materia de migración, siendo parte del espacio migratorio Schengen, que permite la libre circulación de los ciudadanos europeos.
Por ello, en vez de especular sobre los futuros impactos de esta decisión, intentemos profundizar en torno a las razones y factores que la explican. La primera respuesta y quizás la más sencilla, es explicarla como lo hacen sus detractores por los altos costos de pertenencia, como son los aportes al presupuesto comunitario, vis a vis los escasos beneficios. Si bien esto puede ser cierto en vistas de la participación secundaria de Reino Unido en las cadenas productivas regionales –hoy concentradas en las empresas con tecnología de punta de Alemania y Austria–, no resulta creíble en términos de su participación en el comercio de bienes y servicios, en el que el 45 por ciento de sus exportaciones de este país tienen como destino a países europeos.
Vale el ejemplo en lo servicios educativos, en donde este país participa como un gran motor o fuerza en el espacio regional de educación superior, conocido como Proceso de Bolonia. Hacia finales de los años noventa, todos los países de la UE se comprometieron a armonizar sus normativas nacionales en términos de organización universitaria hacia un modelo convergente (más parecido al inglés) para de esta manera permitir la libre circulación de estudiantes de un país a otro de la comunidad; y al mismo tiempo proponerse como una opción más interesante que la de los Estados Unidos, tradicionalmente considerado líder global de la internacionalización de la educación superior.
La apuesta regional dio rápidamente sus frutos: Europa, y en especial el Reino Unido, se convirtió en un destino para los estudiantes europeos y extra europeos que buscan una oferta académica más interesante por su diversidad cultural e idiomática, y más accesible por estar financiada y promovida con dineros europeos (becas Erasmus y/o programas Tunning, ALFA Puente, ALBAN, en todo el mundo).
Esta movilidad académica explica en gran medida el aumento vertiginoso de extranjeros que viven actualmente en el Reino Unido, y que según cifras del Observatorio de la Migración, de la Universidad de Oxford, se incrementó entre 1993 y 2014 de 3,8 millones a 8,3 millones. De estos 5 millones de habitantes, 3 millones son europeos.
Gracias a estas políticas de internacionalización activa por parte de la UE, el Reino Unido promociona no sólo a sus universidades, sino que además asegura una importante fuente de divisas para el país. Sin embargo, estos beneficios materiales no han sido del todo entendidos ni bien comunicados por la opinión pública británica que en su amplia mayoría, 77 por ciento según datos del Observatorio, opina que la inmigración debe ser contenida y reducida para evitar que los inmigrantes intra y extra regionales se “roben” sus empleos, seguridad y riquezas.
El gran interrogante que preocupa tanto a políticos y defensores de la integración regional es en qué medida este revés se extenderá por dentro y por fuera de la UE. Difícil es saberlo, pero en el marco de la UE existen muy pocos países que reproduzcan las condiciones presentes en el Reino Unido (insularidad y autonomía). En lo que respecta a otros bloques regionales, como el Mercosur, los peligros son aun menores, ya que nuestra integración no ha llegado a materializarse en una convergencia de carácter legal, sino más bien identitaria y con valores compartidos.
* Conicet/Flacso Argentina.
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-La decisión británica de patear la mesa cuarenta y tres años después es, sin lugar a dudas, una apuesta muy fuerte.
-Vale la pena recordar que la participación de Gran Bretaña en la construcción de la UE siempre fue cauta y medida.
-La idea de delegar soberanía en pos de un proyecto comunitario siempre fue mirada con desconfianza y desinterés por Gran Bretaña.
-Nunca aceptó abandonar la libra para ser parte de la Unión monetaria y usar el Euro como moneda de intercambio.
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