Domingo, 22 de mayo de 2005 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
El colectivo y el dulce de leche, inventos que popularmente se consideran como propios, pero que subrayan el exiguo aporte del país a las creaciones humanas. Si las obras del hombre son respuestas a los desafíos de su entorno, su ausencia indicaría que nuestro medio fue dócil a todo intento de progreso material del poblador. ¿Fue así? Alberdi decía que “el mal argentino es la extensión”, y contra ella la carreta y la pequeña aldea no podían enfrentarse. La mucha tierra fértil, don inapreciable en otros lares, aquí poco valía, sin habitantes, transporte ni comercio. Vencer al indio, poblar la pampa, construir puertos, tender ferrocarriles, exportar productos agropecuarios no fueron empresas ganadas sin esfuerzo. Exigieron mucho trabajo y muchas décadas. No debe extrañar que el país generase conocimiento original en torno del modelo agroexportador de inserción internacional. ¿Qué productos son más rentables en cada lugar? ¿Qué medio de transporte suprime la distancia? ¿Cómo opera una economía de cambio? ¿Qué modelo rige el intercambio entre países? Economistas de primera línea y de todo el mundo dieron a cada interrogante respuestas tenidas por clásicas. El prusiano Von Thünen (1826) elaboró el uso más económico del suelo. El inglés Harrod (1928) “inventó” la curva de ingreso marginal, útil para estudiar el monopolio, cuyo análisis debemos al francés Cournot (1838) y se aplica al transporte ferroviario. Las nociones de utilidad y de equilibrio general son instrumentos de análisis de la economía de cambio, anticipados por el inglés Jevons (1871) y el francés Walras (1873), aunque la existencia formal de la primera la probó el sueco Wold (1940-41) y las dificultades para probar el segundo las plantearon el alemán Neisser y el danés Zeuthen (1928-30). La división internacional del trabajo como problema de programación matemática fue expuesto por Samuelson (1949). Todas esas creaciones fueron anticipadas, de modo inequívoco y por muchos años, por estudiosos de la Argentina: el modelo espacial, por Pedro A. Cerviño, (1801); la curva de ingreso marginal, por Teodoro Sánchez de Bustamante (1918); la existencia de la función de utilidad (1919) y los límites del equilibrio general (1923), por Hugo Broggi; y la demostración con matemática lineal de la teoría ricardiana de la división internacional del trabajo, por José Barral Souto (1941).
Antes del cabildo abierto del 25 de mayo hubo otro, el del 22, donde se votó la suerte de las autoridades subsistentes y qué fórmula regiría en más los destinos del Plata. Entre todos los votantes, cinco se distinguían por sus finos conocimientos económicos, y de ellos tres integrarían la Primera Junta de gobierno. ¿Sabe quiénes fueron? Los cinco votaron por la cesación del virrey. Cornelio Saavedra fue en 1799 el síndico procurador de la ciudad, y como tal el 20 de mayo de ese año firmó un dictamen contrario al pedido de pardos y morenos sobre formar un gremio de zapateros, cuyo texto basó en el célebre edicto de Turgot (1776) sobre supresión de los gremios. Juan Hipólito Vieytes, entusiasta lector y divulgador de Riqueza de las naciones de Smith, fundó en 1802 el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, título que recogía la tesis de Smith sobre el orden en que se invierte el capital en distintos sectores productivos. Manuel Belgrano, formado como economista en Salamanca con la obra de Genovesi, tradujo a Quesnay, El margrave de Baden y el Conde de C en libros publicados en 1794 y 1796, y en sus memorias del consulado propició teorías de Antonio Genovesi, como fomentar la educación y en especial la enseñanza técnica, e incentivar la creación tecnológica mediante premios. Mariano Moreno fue lector de escritos de Victorián de Villava (traductor de la obra de Genovesi) acerca de la mita de Potosí, y en su Representación de los hacendados (1809) se basó en ideas similares a las sustentadas por su contemporáneo Juan B. Say. Pedro Antonio Cerviño, como director de la Academia de Náutica (desde 1799) propició el fomento de la agroexportación con naves y marinería propias, en su escrito El tridente de Neptuno (1799), y en su manuscrito Nuevo Aspecto del Comercio en el Río de la Plata (1801) esbozó una teoría sobre la distribución espacial de la actividad económica que anticipó la economía espacial que Von Thünen presentaría veinticinco años después; también se le ha atribuido la autoría de la Representación de los Labradores (1793) y del Memorial de los Hacendados (1794), considerados dos de los primeros escritos económicos de la Argentina. Amenazado por Martín de Alzaga con quemar sus escritos si antes de publicarlos no permitía la censura, solía esconder su identidad con “Un hábil y esforzado patriota” o el anagrama “Cipriano Orden Betoño”.
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