Domingo, 30 de agosto de 2015 | Hoy
ENFOQUE
Por Claudio Scaletta
Después de tantos papelones históricos sería aconsejable guardar un poco de recato. Pero no, allí siguen llamándose a sí mismos “serios”: un economista serio, un plan serio. Los recursos discursivos parecen inoxidables al paso de los fracasos. No importa que sus recetas no hayan funcionado ni en la historia, ni en Argentina. Continúan reivindicándose “serios”, la antítesis de los “radicals economists”. La ortodoxia es, efectivamente, un caso serio. Pero, ¿es “serio” el plan económico de la oposición?
La receta es conocida, repetirla aburre. Más interesante, en cambio, es pensarla en sus propios términos, imaginar cómo funcionaría en la realidad, jugar a la economía.
Su primera propuesta es liberalizar completamente el mercado cambiario. El efecto no se haría esperar, el dólar pegaría un salto y luego se estabilizaría un escalón más abajo. Ello es porque tras el shock inicial, que dejaría la divisa en 16 o 17 pesos, el plan serio de respaldo permitiría recuperar la confianza del mercado. No es sólo mística, también hay una razón económica. Con una fuerte devaluación se abaratan significativamente los activos domésticos; la esperada “lluvia de dólares” del exterior en demanda de empresas baratas.
Estos son los primeros dos efectos, devaluación y extranjerización, pero sin shock de inversión ni crecimiento, sólo cambio de titularidad de las empresas y aumento de ganancias para los exportadores, como Techint y el sector agropecuario, y de todos quienes tengan activos denominados en dólares, como los bancos.
El tercer punto es que la devaluación provoca inflación cambiaria. La estrategia para combatir estas presiones es, como delinean los Espert, “más libertad de comercio”, es decir; apertura de la economía para disciplinar los precios internos. Es correcto, el diferencial de precios entre una economía mundial en crisis y un mercado interno protegido es enorme. Esto podría tener incluso un efecto inicial positivo sobre el poder adquisitivo de los salarios. Nada mejor que importar, pero un detalle es saber de dónde saldrán los dólares necesarios para financiar la fiesta del consumo importado. Aquí se propone “hacer los deberes para volver a los mercados voluntarios de crédito”. Al tope de la lista de pendientes está Paul Singer, arreglar con los buitres. En los términos del macrismo esto significa emitir bonos por unos 25.000 millones de dólares, lo que dada la urgencia con la que suelen presentarse estas propuestas, podría lograrse con una tasa en torno al 10 por ciento.
Las comparaciones son odiosas y mejor decirlo en voz baja, pero 25.000 millones es más o menos lo que quedará de reservas para el próximo gobierno después de pagar los Boden 2015. La emisión significará expandir significativamente la deuda en divisas con privados, que pasaría desde los alrededor de 45.000 millones actuales a 70.000 sin que ingrese un solo dólar. Sólo se entrega a los buitres un bono por el que habrá que pagar 2500 millones de dólares por año en concepto de nuevos intereses.
Conviene detenerse aquí un momento. Lo de endeudarse empezó para conseguir dólares, no para que se vayan. Los 2500 millones de intereses equivalen aproximadamente a un punto de la elasticidad importaciones-producto de la economía. Es decir; para que el PIB crezca 1 por ciento se debe disponer de 2500 millones de dólares en importaciones. O invirtiendo el razonamiento, se necesitará sacrificar el crecimiento de largo plazo en 1 punto del producto sólo para pagarle intereses a los buitres. Siguiendo con las comparaciones infinitas, 1 punto de crecimiento del PIB baja 0,2 puntos el desempleo.
Otra pregunta molesta es si el país será más atractivo para los inversores una vez que se haya un aumento de la deuda por el equivalente al total de las reservas o al 55 por ciento del endeudamiento previo con privados. Los Melconian aseguran que sí, que arreglado todo con los “fondos de cobertura” habrá confianza. Solo faltará un detalle. También habrá que demostrar solvencia, que se dispone de recursos para pagar, lo que se resuelve con ajuste fiscal. La verdadera razón de realpolitik de todo ajuste no es la inflación, sino generar excedentes para el pago de deuda. Para ser atractivos para los mercados, dicen los Sturzenegger, hay que tener superávit fiscal.
El ajuste fiscal empezará primero por el lado de los subsidios, por el “sinceramiento tarifario”. Los Broda argumentan que, en realidad, los subsidios financian a los sectores acomodados de la zona norte del Area Metropolitana de Buenos Aires. Si no se cuenta la inversión en centrales como subsidios, este año los subsidios energéticos serán de unos 150.000 millones de pesos. Efectivamente un 60 por ciento van al AMBA porque la demanda eléctrica es más fuerte en el área geográfica de mayor desarrollo relativo y concentración de la población. Pero esto un detalle. Lo más importante, lo verdaderamente federal, será el efecto inflacionario de la suba de tarifas, el que a su vez retroalimentará el círculo vicioso del ajuste.
El plan, entonces, se genera a sí mismo. Empieza por devaluación y extranjerización y sigue con apertura comercial, pago a buitres, endeudamiento, ajuste fiscal e inflación. En contrapartida, no cumple ninguna promesa, ni bajar la inflación ni conseguir dólares frescos para financiar el crecimiento. El panorama se refuerza porque el tiempo de los dólares baratos terminó. El dólar se fortaleció y su contrapartida conocida es la caída de los precios de las commodities. Quizá los buitres y su juez neoyorquino, al abortar la normalización de relaciones con los mercados financieros globales, iniciada con el pago al Club de París, al Ciadi y a Repsol, hayan provocado un involuntario favor a la economía local al obligar a mantener la desconexión.
El Plan Serio que propone el macrismo y sus economistas no funciona y conduce sin escalas al círculo de recesión y ajuste. Comparado con la oferta oficialista son dos modelos de país. El dato positivo está en las tapas de los diarios. A dos meses de las elecciones del 25 de octubre la oposición dedicó una semana completa a debatir el sistema electoral, lo que delata su pérdida de rumbo en la discusión por los problemas fundamentales. También augura que le será prácticamente imposible descontar la diferencia de las PASO. Recorrer sus recetas puede reducirse a una actividad casi festiva, como la de los viejos del teatro del Show de los Muppets. Sin embargo, hasta que no esté contado el último voto, es preferible mantener el aviso
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