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Domingo, 4 de agosto de 2002

FELIPE DE LA BALZE ECONOMISTA, ESPECIALISTA EN TEMAS INTERNACIONALES

“Nuestros vecinos no quieren mezclarse”

¿Argentina, Brasil y Uruguay están pagando el precio de sus políticas económicas de los noventa?
–Los tres cometieron errores similares. Iniciaron reformas profundas de sus economías, que desgraciadamente fueron incompletas. Tuvieron dos grandes debilidades. Primero, que no implementaron las reformas de segunda generación, que, en otras palabras, significan mejorar la gobernabilidad, invertir en sistemas de Justicia, en educación y mejorar la distribución del ingreso. La combinación de haber realizado las reformas de apertura, desregulación y privatización, sin la segunda parte, creó unos engendros que no son ni una cosa ni la otra. Economías que dejaron de ser cerradas, pero que no son modernas. Este fenómeno es común a los tres países.
¿No son más profundas las diferencias que los problemas comunes? Por ejemplo, Brasil es un país que está desarrollando su aparato productivo fuertemente.
–En Brasil el problema es el escenario electoral, pero no como una cuestión simplemente de carácter ideológico. El tema es que los candidatos que pueden reemplazar a Cardoso están muy lejos de su estatura intelectual, incluso Serra, que pertenece a su mismo partido. Se está yendo un presidente de primer nivel internacional, con un gabinete de lujo, y sus sucesores son de menor categoría.
¿Uruguay cae por contagio?
–Sí, pero también por culpas propias. Uruguay se había transformado en una plaza financiera internacional regional, como Hong Kong y Panamá. Vivían de servicios financieros provistos a argentinos, brasileños, paraguayos y otros ciudadanos sudamericanos. Ese rol de plaza financiera internacional tiene una regla de oro, que es que tiene que haber un prestamista de última instancia que responda por los depósitos pase lo que pase. En Suiza, por ejemplo, quiebran los bancos, pero nunca pierden los depositantes. Uruguay cometió un error. Hizo una distinción entre banca off shore y on shore. Ellos tenían que haber respondido por todo, a cualquier costo. En la primera caída de un banco tenían que haber cumplido con los depositantes y paraban la salida de divisas.
¿La situación de Argentina, entonces, es distinta a las de sus socios del Mercosur?
–Acá la crisis es política: estamos sufriendo un efecto tequila más una crisis como la del final del régimen polaco. Es un problema de legitimidad, no de la democracia, pero sí de toda la clase política. La población la considera incompetente y teñida de malas prácticas. Esto no sucede en Uruguay ni en Brasil. Tampoco en Chile. Lamentablemente ésa es la diferencia. Y por eso nuestros vecinos no quieren mezclarse con nosotros en esta crisis. Brasil, además, se siente más.
Si Estados Unidos hubiese apagado el foco que nació en Argentina, ¿se hubieran evitado las otras crisis de la región?
–Es posible. El problema es que ellos se sienten en guerra. Entonces le dan una prioridad absoluta a ese tema y están desatendiendo el resto de los asuntos. Además, han pasado de una época de éxitos a esta situación de fraudes empresarios que está shockeando a la sociedad americana. Están poniendo todo el énfasis en su interior y están descuidando el mundo. No van a venir en nuestra ayuda. No tienen animosidad contra la región. Lo que sí es cierto es que se esfuerzan por diferenciar a Argentina, que fue el país que siguió sus recetas con más entusiasmo y fracasó. Ellos necesitan buscar un culpable para que nadie los mire. Por eso quieren que quedemos como los irresponsables de la región. La mala reputación de la clase política los ayuda a vender esa imagen.

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