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Martes, 16 de agosto de 2011

TEATRO › ENTREVISTA A CRISTIAN PALACIOS Y ANTONIO CéLICO, AUTOR Y DIRECTOR DE LA FRAGUA

Un misterio llamado Fray Luis Beltrán

La obra que se ofrece en el teatro Payró fue creada para un concurso en el que el tema debía estar basado en la historia argentina. El autor eligió al sacerdote y militar que formó parte de la campaña de San Martín, sobre quien no se conocen muchos datos.

 Por Cecilia Hopkins

Director del grupo El Baldío, con sede en Ciudad Jardín El Palomar, Toni Célico fue seleccionado por el programa “El teatro y la historia 2010-2011”, implementado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, para dirigir una obra que también resultaría seleccionada en el mismo concurso, sobre un tema referido a la historia argentina. El autor elegido fue Cristian Palacios, también actor y director de la Compañía Nacional de Fósforos, con sede en Villa Bosch, provincia de Buenos Aires. Por azar entonces, coincidieron en el mismo proyecto ambos teatristas, que se conocen desde hace tiempo. Palacios, quien debía generar su dramaturgia a partir de algunos temas sugeridos, eligió para su pieza a la figura de Fray Luis Beltrán. “Sabía muy poco de su vida, pero me pareció interesante investigar sobre un cura que, a la vez, había sido militar”, afirma el autor de La fragua, la obra que se ofrece en el teatro Payró (San Martín 766, los domingos a las 19.30) bajo la dirección de Célico, también presente en la entrevista. “Hay muchos institutos militares y escuelas que llevan su nombre, pero hay muy poca información”, advierte el director, quien al igual que el autor coincide en que la mayor parte de los datos de la vida y obra de Beltrán figuran en la Historia de San Martín, de Bartolomé Mitre. No obstante la fuente, Palacios tenía muy en claro que lo que deseaba desde la dramaturgia era lo opuesto al espíritu de la obra de Mitre: “Quería sacar a los próceres del pedestal y mostrar sus costados humanos”, subraya.

Interpretada por Laura Martín, Thomas Henry y Pablo Urruty, la obra se desarrolla a fines de 1827, en el lapso que dura la agonía de Beltrán, quien dialoga desordenadamente con su pasado. En las ensoñaciones del protagonista aparecen San Martín, Bolívar y O’Higgins, y hasta Dios y el Diablo, tentándolo. O haciéndole recordar la cantidad de muertes que causó la revolución: “Hubo curas que siguieron la palabra del arzobispado español y otros, como Beltrán, que abrazaron la causa revolucionaria –subraya Palacios–, pero imagino que él debe haber tenido sentimientos contradictorios constatando el costo de la Revolución. Me refiero a la cantidad de vidas que se perdieron. Porque recién en el siglo XX se puede decir que la guerra se deshumaniza: alguien aprieta un botón y nadie ve la muerte del otro”, concluye el autor.

Uno de los datos históricos que aporta la obra es la información sobre los pertrechos bélicos que Beltrán debió diseñar. Porque como jefe del parque de artillería del Ejército de los Andes, Beltrán no solamente debió fabricar armas y municiones, sino que también debió inventar sistemas para transportar cañones a lomo de mula, aparejos y puentes colgantes para atravesar la cordillera. “Me fascinaba pensar en el ejército de San Martín y todo lo que hubo que hacer antes del cruce de los Andes”, cuenta el autor. Una vez producido el alejamiento del Libertador, Beltrán continuó fabricando armamentos para Bolívar. Sin embargo, hubo roces entre ellos o algún incumplimiento: Palacios se permite pensar que “tal vez Beltrán detuvo su actividad para interrogarse acerca de la verdadera causa por la que estaban peleando”. Y si bien el texto de Palacios alienta el juego actoral, la dirección de Célico redobla la apuesta a partir de contrapuntos físicos y gestuales a cargo de los tres protagonistas.

–Llama la atención cómo está retratado el general San Martín en la obra.

Cristian Palacios: –Es un personaje abrumado por tantas preocupaciones que de pronto olvida o confunde cosas. También quise mostrar el horror que a mí me parece que debe haber sentido cuando se dio cuenta de que había comenzado a formar parte de la historia. No es más que una tesis poética, pero pienso que a eso pudo deberse su renunciamiento.

Antonio Célico: –Me parece que Bolívar, en cambio, sentía exactamente lo contrario, porque él quería entrar en la historia. Por eso, en la puesta no quise quitarme el permiso de mostrarlo con delirios chavistas.

–¿Por qué puso tanto énfasis en el movimiento y el juego de los actores?

A. C.: –Pensé en dirigirme a un público joven, porque quiero presentar el espectáculo en escuelas. Tengo una tendencia natural a desarrollar, junto al texto de una obra, una línea de acción física para que el espectador no se distraiga de la palabra. Y generar una complicidad con él para que se escuche lo que es importante.

–¿Y qué es lo importante en esta obra?

A. C.: –Lo referido a la emancipación americana, a la posibilidad de una América integrada. También la idea de poner en crisis la imagen de los héroes.

C. P.: –Para mí también fue importante presentar, junto al movimiento de la historia, las realidades individuales. Porque hubo gente que debe haber sentido que la Revolución no la modificaba para nada. O que le había traído solamente los problemas de la escasez de alimentos, tan propia de los tiempos de guerra.

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Célico y Palacios pensaron la obra para un público joven, con la idea de que pueda darse en escuelas.
 
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