Jueves, 15 de junio de 2006 | Hoy
TEATRO › ADELAIDA MANGANI, HOMENAJEADA EN LA MUESTRA
Entre títeres y titiriteros, ella se destaca entre otros. Porque es mucho más que una manipuladora de objetos. Es quien hace más de diez años está a cargo tanto del grupo de titiriteros del Teatro San Martín como de la escuela que allí funciona. También dirige su propio grupo, El Candil; es docente, pedagoga y muy emprendedora. Dice que ama a los títeres y que, sin proponérselo, a ellos ha quedado prendada. Ella es Adelaida Mangani, un icono dentro del género, que recibirá el premio a la trayectoria otorgado por el III Festival de Títeres para Adultos, el jueves 22 a las 21. A continuación, se presentará una función especial de La mujer de la lámpara, su versión de La niña de los fósforos, de Hans Christian Andersen. Satisfecha con este reconocimiento, Mangani dialogó con Página/12 y explicó, con ese orgullo típicamente docente –como el de la gallina que ve salir a sus pollos del cascarón–, por qué esta mención es doblemente gratificante.
–Las organizadoras del Festival son egresadas de la Escuela de Titiriteros del San Martín y han sido alumnas mías. Si tiene algún sentido en la vida de alguien el favorecer el desarrollo de los jóvenes artistas es porque esa gente egresa y es talentosa, emprendedora, con la fortaleza de llevar adelante sus ideas. Por esas cosas es por lo que vale la pena trabajar.
–¿Qué opina de este encuentro de titiriteros que han creado sus ex alumnas?
–Empezó siendo una cosita chiquita, donde participaban varios grupos egresados de la Escuela, y año a año fue creciendo. Es importante que haya festivales de esta naturaleza, para adultos. Porque si bien hoy en día los grupos de títeres son muchos y muy importantes, el género todavía no es para el gran público. Yo siento a este emprendimiento como un brazo que se extiende de mi trabajo de treinta años en la escuela. Como si fuera un hijo, que va creciendo. Además, los que participan son grupos de gente joven y talentosa, que hacen cosas nuevas.
Mangani comenzó su carrera artística a los diez años, actuando y tocando el piano. Los títeres llegaron más tarde y no por elección propia. “Ellos me eligieron mí, no yo a ellos”, ríe la titiritera.
–Entonces, ¿no decidió en ningún momento que ésa iba a ser su carrera?
–Empecé a hacer títeres porque me enamoré de un titiritero: Ariel Bufano. El era mayor que yo y, poco a poco, me empapé de la tarea del titiritero, hasta que en los ’70 comenzamos a hacer espectáculos de títeres. A partir de ahí, el género me fue ganando.
La que sigue es historia conocida: la pareja participó de la creación del Grupo de Titiriteros del San Martín en 1977, emprendimiento conjunto con el entonces –y actual– director del teatro, Kive Staiff. Diez años después se creaba la Escuela de la misma institución, en la que Mangani participó en el posterior diseño del plan de estudios de la carrera. En 1992, tras la muerte de Bufano, su mujer quedó a cargo tanto del grupo como de la escuela del TGSM. Y de allí en adelante dedicó su vida a la docencia, a los títeres y a ese teatro, sin haberlo planeado. ¿Habrá sido obra del destino? Más bien de aquellos muñecos inanimados. “El actor que tiene una experiencia con títeres –reflexiona Mangani– queda marcado. Porque es una experiencia que enamora, de la cual luego es muy difícil desprenderse. Es realmente liberador expresarse a través del objeto; después de tenerlo uno queda prendado a él.”
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