Jueves, 15 de junio de 2006 | Hoy
CINE › “POSEIDON”, DE WOLFGANG PETERSEN
Por Luciano Monteagudo
Especialista en naufragios. Así lo consideran en Hollywood, parece, al director alemán Wolfgang Petersen, desde que convirtió en un éxito la desgracia de la tripulación de Das Boot (1981), que en español se llamó El barco, aunque se trataba de un submarino. Esa película le abrió a Petersen la escotilla a la cubierta superior de la gran industria audiovisual estadounidense, que tiene la tendencia a encasillar directores según lo que se considera es su especialidad, que en el caso del alemán sería el agua. Y no es fácil cambiarse de elemento: En la línea de fuego (1993) le sirvió a Petersen para probar que estaba en condiciones de hacer otra cosa, un sólido thriller ajustado a la medida de Clint Eastwood, pero Hollywood decidió volver a ponerle el agua al cuello. Le dio a filmar La tormenta perfecta (2000) y el bueno de Wolfgang consiguió una vez más remontar las olas y entregó un producto digno, donde supo reflejar la furia del mar y la lucha del hombre contra los elementos. Con insistencia, la Warner lo entregó ahora a las manos de Poseidón y el dios del mar, cansado quizá de tanta insistencia, lo hizo zozobrar estrepitosamente.
Innecesaria remake de La aventura del Poseidón (1972), que supo ser uno de los films-catástrofe más populares de esa plaga de desgracias que asolaban torres y aeropuertos, la nueva película de Petersen muestra a un director absolutamente desinteresado de lo que tiene para contar. Por un lado, su desidia lo lleva a prescindir de cualquier noción medianamente seria de presentación de personajes: no le interesa quiénes son, por qué están ahí y ni siquiera si tienen condiciones para sobrevivir al desastre, por lo que es muy difícil entonces que el espectador muestre algún grado de preocupación por lo que les sucede. Pero Petersen tampoco pone ninguna pasión, ninguna entrega en la mera acción física, en el esfuerzo que tiene que hacer ese heterogéneo grupo de pasajeros –entre quienes está la argentina Mia Maestro, que viaja de colada, como corresponde a nuestro ser nacional– por encontrar una salida a lo que se presenta como una inmensa tumba marina.
Como se recordará de la película original o del best seller de Paul Gallico que inspira ambos films, la noche de año nuevo el transatlántico Poseidón tropieza con una inmensa ola tidal que embiste al barco y lo deja literalmente dado vuelta, por lo cual aquellos que logran salvarse del impacto original deben remontar el laberinto de acero desde los salones de cubierta hasta la bodega más profunda, convertida en la probable escapatoria hacia la superficie. Se diría que ese esfuerzo es representativo de lo que sucede hoy en Hollywood, donde para salvar los asientos contables de una mala temporada la industria recula y se sumerge en una repetida aventura donde la mayoría termina ahogada.
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