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Jueves, 15 de junio de 2006

CINE › “UNA ESTRELLA Y DOS CAFES”, DIRIGIDA POR ALBERTO LECCHI

En Jujuy, poco ruido y menos nueces

POR H. B.

4

UNA ESTRELLA Y DOS CAFES
Argentina, 2005


Dirección: Alberto Lecchi.

Guión: Daniel García Molt y A. Lecchi.

Fotografía: Hugo Colace.

Música: Iván Wyszogrod.

Intérpretes: Gastón Pauls, Ariadna Gil y Marina Vilte.

¿Qué es lo que cuenta Una estrella y dos cafés? Si por contar se entiende el mero acontecer de las cosas frente a cámara, podría suponerse que la más reciente película de Alberto Lecchi cuenta la breve relación que en Purmamarca establecen un arquitecto porteño y una niña jujeña. Siguiendo ese criterio, la última película del realizador de Perdido por perdido contaría también un intento de adquisición de tierras de la zona, frustrado por falta de títulos de propiedad. Y contaría también, cómo no, un momento del proceso de separación de una pareja, integrada por el arquitecto porteño y su mujer española. Pero contar una historia no consiste en la mera sumatoria de acontecimientos de escasa importancia, sino en el tratamiento orgánico de ciertos temas, la construcción de unos personajes, la búsqueda de algún sentido a través de un cierto desarrollo dramático. Es allí que debe llegarse a la fatal conclusión de que Una estrella y dos cafés no cuenta nada, por más que los títulos de crédito denuncien la existencia de un guión y una dirección.

Quedaría una suposición por hacer. Tal vez y a la manera de lo que sucede con notorios exponentes de lo que da en llamarse Nuevo Cine Argentino, el realizador de El juego de Arcibel, hasta el momento adscripto a un cine de narración tradicional, habría optado esta vez por un cine deliberadamente no narrativo. Renunciaría así a contar una historia, priorizando lo climático, lo sugerente, lo puramente descriptivo. Pero tampoco es que Una estrella y dos cafés destaque en esos terrenos. Parece más lógico especular con que la principal motivación haya sido reeditar cierta repercusión lograda hace unos años con Nueces para el amor, juntando otra vez a Gastón Pauls con la española Ariadna Gil. Pero esto tampoco es del todo así, ya que la madrileña de los ojos rasgados y labios carnosos aparece sólo en los últimos veinte minutos.

Queda simplemente constatar que, más que un guión, lo que se filmó aquí son apuntes para un posible guión, básicamente los que se enumeran en el primer párrafo. El personaje de Pauls llega a Purmamarca en representación de unos compradores de tierras, descubre que es imposible precisar con certeza quiénes son los dueños de esas tierras, les avisa a los interesados por teléfono, éstos desisten de su intención, más tarde llega su esposa para intentar una reconciliación y cuando se alcanzan los 80 minutos de película, se despiden y se van. El mayor hincapié está puesto en la relación del personaje de Pauls con una nena del lugar (la muy desenvuelta Marina Vilte), que se enamora de él, hasta que finalmente se convence de que los veintipico de años de diferencia son demasiados. Y punto.

En tren de hablar un poco más de la película, habrá que mencionar una escena en la que Pauls le enseña a la chica algunos rudimentos de astronomía. Pero lo hace sobre un cielo más artificial que el del Planetario. Habrá que dejar constancia de que la música es de Tukuta Gordillo. Y de que el experimentado Hugo Colace sabe extraerle al paisaje jujeño toda su riqueza de tonos terrosos y rosados. Y eso es todo, esa es la película, se terminó.

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