Sábado, 8 de noviembre de 2008 | Hoy
LA TAREA DE LA RED DE FESTIVALES DE HISTORIETA LATINOAMERICANOS
Los integrantes, reunidos en Buenos Aires, acordaron trabajar en conjunto para ampliar las ferias de libros de cada festival, fomentar la presencia de artistas de cada país en los eventos e intercambiar y crear exposiciones en toda la región.
Por Andrés Valenzuela
Refhila, la Red de Festivales de Historieta Latinoamericanos, que aúna a siete convenciones (de la Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay y Venezuela) del continente y suma el apoyo de los festivales BilBolBul (de Bolonia, Italia) y de la Semana Negra de Gijón, cobijó exposiciones y presentaciones de libros en busca de la promoción del noveno arte y del estímulo a la actividad editorial. Para ello, desde anoche, concertaron trabajar en conjunto para ampliar las ferias de libros de cada festival, fomentar la presencia de artistas de cada nación en los demás eventos, intercambiar y crear exposiciones y organizar una representación de la historieta latinoamericana en otros países.
Hasta noviembre del año próximo, Thomas Dassance, organizador del festival local Viñetas Sueltas y responsable de la convocatoria, permanecerá como la cara más visible de la red, que proyecta promocionar su actividad con una página web multilingüe y videos de cada convención. Además, para impulsar las actividades y aprovechar mejor las visitas de artistas europeos, los responsables de cada país decidieron mover ligera y paulatinamente las fechas de cada festival para fortalecer la cadena. Así, el cono norte del continente (Brasil, Colombia y Venezuela), junto a Chile, realizarán sus actividades en octubre, mientras que la Argentina, Uruguay y Bolivia lo harán en mayo. Para el 2010, los representantes de estos países aspiran a ordenarlos consecutivamente en un ciclo que comience en Montevideo Comics, siga con Viñetas Sueltas y culmine con Viñetas con Altura, quizás el festival más reputado de la región.
Pero más allá de la noticia, relevante en sí misma, es destacable el trabajo maratónico de 48 horas que los organizadores de cada país realizaron para concertar la red, actividad a la que PáginaI12 tuvo acceso privilegiado. Durante dos días, once representantes de los nueve festivales compartieron almuerzos, cenas y reuniones de trabajo en las que intercambiaron experiencias, sugerencias y consejos para dinamizar el trabajo y conseguir los, en ocasiones, esquivos recursos necesarios para organizar los eventos.
En este sentido, resultó inspiradora la experiencia de la Semana Negra de Gijón, que tras 21 años de trabajo recibe en el norte de España a 100.000 asistentes y cuenta con un presupuesto aproximado de un millón de euros, que consigue gracias al apoyo del Estado local y el aporte de empresas privadas. La filosofía que transmitió Angel de la Calle, uno de sus organizadores, es clara: “La cultura es la fiesta y la fiesta la cultura”. De este modo, lo que comenzó siendo un encuentro de escritores de novelas y cuentos policiales hoy incluye recitales de música y poesía, historieta, exposiciones plásticas, mesas redondas multidisciplinarias y hasta reparte publicaciones y diarios propios. Todo gratis, porque los gastos los solventan los auspiciantes, las editoriales y la bebida y la comida que se vende en los predios.
“Cultura y fiesta no son antitéticos, nacieron juntos. Por eso tuvimos muchos choques con la derecha: les demostramos que se puede leer una novela y comer churros al mismo tiempo. Con ellos es un problema, porque les gustan los churros pero no los libros”, comentaba De la Calle, para recordar poco después cómo se habían ganado el apoyo definitivo del ejecutivo máximo de Pepsi en Europa. De visita en el festival, le dieron a leer una de las publicaciones gratuitas de historieta que repartían y que comenzaba con una panorámica del Obelisco y los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo. Al terminar de leer las ocho páginas, el hombre alzó la cabeza y dijo: “Tengo los pelos de punta, mi hermano es un desaparecido”. Era argentino.
En contraste con la experiencia española, se encontraba la venezolana, que no cuenta aún con ningún festival establecido, pero que aspira a hacerlo con Aquiles. Su organizadora, Carolina Rodríguez, destaca los estímulos que el Estado venezolano da a los proyectos de animación, que han permitido a muchos dibujantes vivir dignamente de su arte. Este tipo de apoyo, el estatal, fue destacado por todos como fundamental. La experiencia del Festival de Historietas de Valparaíso resulta ejemplar en ese sentido, pues un porcentaje enorme de su presupuesto es financiado por el gobierno de Chile.
José Campos, de Cali Comics (Colombia), apuntó a la función social que puede cumplir este tipo de eventos. El que organiza, por caso, suele armar exposiciones temáticas sobre la mujer y los colectivos indígenas de su país y concursos sobre asuntos que preocupan a su sociedad, como el miedo. Así mostró a sus colegas trabajos que exponían el pánico al enfrentamiento entre el gobierno y las FARC y la violencia urbana. También llevan adelante el programa Arte para la Convivencia, orientado a los niños en situaciones de riesgo. En definitiva, se trata de compartir la pasión por los cuadritos en toda Latinoamérica.
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