Sábado, 8 de noviembre de 2008 | Hoy
VIDEO › CóMO SOBREVIVIR A MI NOVIA, DIRECTO A CAJITA
La abundancia de películas estrenadas no le ha quitado filo: sosteniéndose en un equipo que lo acompaña en todas sus películas y va rotando los roles, el director estadounidense construye otra comedia que es mucho más que una colección de gags.
Por Horacio Bernades
En su triple carácter de productor, guionista y realizador, el lugar que Judd Apatow (Nueva York, 1967) ocupa en el contexto de la actual comedia estadounidense tiende a agigantarse, no sólo por la multiplicación de roles sino por el éxito creciente de sus películas, que a su vez lo lleva a intensificar la producción. Así, desde agosto del año pasado, cuando estrenó las popularísimas Ligeramente embarazada y Supercool, hasta agosto de este año, cuando volvió a pegarla con Pineapple Express, Apatow lanzó –créase o no– media docena de películas. Una de ellas es Forge-tting Sarah Marshall, que AVH acaba de lanzar en la Argentina con el título Cómo sobrevivir a mi novia.
Más que una marca individual, los productos Apatow son una creación colectiva, en la que una nutrida banda masculina reaparece una y otra vez, como en un club de hombres. Se multiplican no sólo delante y detrás de cámara sino, lo más llamativo, que pasan libremente de un lado a otro. Lo cual recuerda el modo en que la factoría de Roger Corman funcionaba allá por los ‘60, cuando, para dirigir y escribir, tipos como Coppola, Scorsese o Bogdanovich no necesitaban de otra visa que sus ganas o su talento. Del mismo modo en que el actor Seth Rogen fue ascendido recientemente a productor y guionista (cumplió las tres funciones en Supercool), ahora le toca a otro integrante del clan un destino parecido. Proveniente de la serie televisiva Freaks and Geeks (cuna del clan Apatow), en Ligeramente embarazada Jason Segel era uno de los amigotes del protagonista, de esos que miraban muy de reojo que el tipo se hubiera enamorado. Ahora, Segel escribe y protagoniza Cómo sobrevivir a mi novia, rodeado de varios otros socios plenos del club.
Cuando al frente hay un realizador capaz de convertir chispazos en fuego (Adam McKay en El reportero o Ricky Bobby, loco por la velocidad, Gregg Mottola en Supercool), los productos Apatow superan lo espasmódico y dan por resultado verdaderas películas. En caso contrario, se impone el gag inspirado pero aislado, el talento discontinuo. Es lo que sucede en Cómo sobrevivir a mi novia, donde el personaje de Segel es “pateado” por la suya, parte a Hawai para olvidarla y se la encuentra en el mismo hotel... con su nuevo novio. Hay grandes momentos en Forgetting Sarah Marshall, empezando por esa increíble escena de ridícula incomodidad (cuerda favorita del clan), en la que la novia le anuncia al protagonista que lo deja, estando él en su casa... y en pelotas. Aturullado, el tipo no atina a vestirse, aunque la novia le hace saber que no se siente muy a gusto, y hasta que ella se va del departamento él no se pone un mísero calzoncillo.
Entre una escena como ésa y otra en la que el protagonista canta en público una increíble canción de amor vampírico, lo que hay son apariciones amistosas de compadres (Jonah Hill, Paul Rudd, Bill Hader) y situaciones y personajes de stock, suerte de entremeses, hasta que el próximo chispazo de genio haga su aparición.
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