Sábado, 8 de noviembre de 2008 | Hoy
VIDEO
8-La escafandra y la...,
de Julian Schnabel. Con Mathieu Amalric y Emmanuelle Seigner.
2007, 112 min. Transeuropa.
Las películas de enfermos terminales son irredimibles, porque al estar contadas desde el punto de vista de quienes atienden o rodean al paciente, se convierten en orgías de falso pietismo. A causa de una extraña enfermedad, a los cuarenta y pico y en su plenitud, Jean Dominique Bauby, director de la revista Elle, quedó postrado para siempre, sin habla y con la movilidad de su cuerpo reducida al ojo izquierdo. Para narrar esa experiencia única, el cineasta y artista plástico Julian Schnabel dio con la fórmula: hacerlo desde el punto de vista del dueño de ese ojo. El resultado es una aventura visual y humana plena, conmovedora y sorprendente, que ahuyenta la muerte con alegría, desparpajo e invención.
7-Una mujer partida...,
de Claude Chabrol. Con Ludivine Sagnier, Benoît Magimel y F. Berléand.
2007, 115 min. Transeuropa.
Desde hace años, Claude Chabrol practica, con regularidad anual, el juego que más le gusta: desenmascarar a la respetable burguesía provincial, aireando el mal olor que se esconde bajo la impecable superficie. Todo ello con semisonrisa burlona, porque si no sería muy aburrido. Una mujer partida en dos reescribe un caso de la crónica policial de comienzos del siglo pasado, que en los años ’50 había conocido una versión estadounidense. Una ambiciosa y turgente meteoróloga de la tele se relaciona primero con un empavonado escritor y luego con su rival, heredero malcriado, poniendo en marcha una espiral destructiva que Chabrol (y el espectador cómplice) contemplará encantado.
6-Cordero de Dios,
de Lucía Cedrón. Con Mercedes Morán, Jorge Marrale y Malena Solda.
2008, 90 min. AVH.
En su ópera prima, Lucía Cedrón vincula dos secuestros: el de un ex militar, en la actualidad, y el de su yerno militante, en tiempos de dictadura. Ambos hechos le permiten narrar en dos tiempos, arrastrando el relato indefectiblemente hacia atrás, en pos de desenterrar los orígenes de la complicidad familiar. Si la premisa misma es discutible –en tanto tiende a poner en pie de igualdad un delito común y el terrorismo de Estado—, los esqueletos del armario familiar permiten echar luz sobre uno de los costados más siniestros (y negados) de aquella época: la delación entre parientes y amigos. El problema es la sensación de déjà vu, generada por las semejanzas con películas anteriores.
8-Hancock,
de Peter Berg. Con Will Smith, Charlize Theron y Jason Bateman.
2008, 92 min. LK-Tel.
Si algo no da el cine de Holly- wood son sorpresas. Hete aquí una. En tiempos en que los superhéroes se pelean para ver cuál es más freak y torturado, el de Will Smith es el primero “reventado” y marginal de la historia. Homeless afroamericano, que vive en condiciones zarrapastrosas y tiene costumbres tan poco edificantes como tocarles el culo a las damas, además de todo eso Hancock vuela, tiene la fuerza de Superman y no puede resistir la tentación de desfacer entuertos. Le fallan las relaciones públicas, eso sí, por lo cual sus semejantes no quieren saber más nada con él. Una de esas películas que parecerían vivir en un planeta propio, cuando todas las demás viven en el mismo.
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