Miércoles, 22 de abril de 2009 | Hoy
MUSICA › NOCHE CAJETILLA EN EL CENTRO CULTURAL TASSO
Viviana Scarlassa, Analía Sirio y Marilina Mozzoni explican de qué manera se relacionan con el género, en medio de los prejuicios masculinos. “La realidad actual hace que muchas letras escritas por hombres le quepan perfectamente a una mujer”, coinciden.
Por Carlos Bevilacqua
Hay una frase que las tres escucharon muchas veces: “Mirá que a mí la mujer cantando tango no me gusta, pero vos...” El comentario revela el preconcepto de buena parte del público, pero también premia esa honrosa excepción capaz de sortear la valla a puro talento. Viviana Scarlassa, Analía Sirio y Marilina Mozzoni tienen más en común. Las tres prefieren en su mayoría temas clásicos, acaban de grabar o están grabando sus primeros discos como solistas, acumulan al menos una década de actuaciones en diversos ámbitos, saben rodearse de buenos músicos para dar formas personales a los arreglos y, como buenas chicas del 2000, tienen varias interpretaciones disponibles en Internet. Viviana, Analía y Marilina se conocieron hace sólo tres meses en una juntada femenina propiciada por el cantor Cucuza Castiello con el ambiguo título de Noche Cajetilla, tras lo cual avivaron la llama de una incipiente amistad en las “Jams de tango” que Viviana viene organizando una vez por semana desde enero. El Tasso (Defensa 1575) será el escenario donde hoy, desde las 21.30, se probarán por primera vez como número principal, aunque con la compañía de otras dos voces de lujo: Sandra Márquez y Anita Co.
–¿Qué estructura va a tener el show?
V. S.: –Nos vamos a ir turnando con uno o dos temas por vez y al final seguramente vamos a hacer algo todas juntas. Otros matices van estar dados por el acompañamiento instrumental de Maximiliano “Moscato” Luna (guitarra), Pablo Motta (contrabajo) y Francisco “Panky” Malissia (percusión).
–¿Qué es lo que más las une?
M. M.: –La pasión, las ganas de cantar y de estar en movimiento.
V. S.: –Sí, porque somos bastante distintas en cuanto a repertorio y estilos. Con Anita, por ejemplo, podríamos hacer cientos de shows diferentes sin coincidir en un tema. Con Marilina tenemos un timbre de voz parecido, pero diferimos en los acompañamientos instrumentales.
M. M.: –De hecho, yo siempre fui más del piano, recién con ellas empecé a llevarme con las guitarras.
A. S.: –Nos nutrimos de esas diferencias. Somos como las Spice Girls del tango (ríen todas a carcajadas).
A. S.: –Ciertas vivencias personales y las formas de sentir también nos unen.
V. S.: –Nos conocimos en un momento así como... (hace gestos de contrariedad o temblores).
V. S.: –También el mate y el bar como lugar de actuación. Donde hay un fernet o un vino y una guitarra decimos presente.
–¿Por qué eligieron el tango como medio de expresión?
A. S.: –En mi casa, al menos, no me quedó otra, porque era casi lo único que se escuchaba. Quise rebelarme contra esa especie de mandato paterno, pero no hubo caso, el tango siempre estuvo ahí, esperándome. Hoy es algo que me sale de adentro. Si te canto una zamba, me sale un tango...
M. M.: –Yo también me rebelé, ponía rock a todo volumen y mi viejo hacía lo mismo con Troilo o el Polaco Goyeneche. Era una guerra. El me gritaba: “Ya te va a llegar”. Yo soy de Oncativo, Córdoba, y cuando me vine para acá me cautivó la nostalgia de las letras.
V. S.: –Cuando uno mama con la leche templada y en cada canción, como dice Serrat, es muy difícil escapar. Mi papá tenía un taller mecánico en el que escuchaba tango todo el día desde una radio AM manchada de grasa y mi mamá es una gran conocedora de cantores y orquestas.
A. S.: –Además, uno tiene su cuota de porteñito sufrido, ese querer buscarle el pelo al huevo para pasarla mal, lo que llamo la sensación térmica del corazón. El tango sirve para exorcizar todas esas “neuras” que uno puede llegar a poner en lugares equivocados.
–¿Y no tienen nada que reprocharle al género?
V. S.: –Al género no, pero sí a un montón de prejuicios y estereotipos que lo suelen acompañar. El tango suele ser una caricatura de sí mismo. Entre el público, todavía hay gente que está dudando si Piazzolla es o no tango. A mí ese público no me interesa.
M. M.: –Como jóvenes, sentimos algo así como la mirada de una severísima mesa examinadora. El público que nos interesa es el que va desde el disfrute, sin tanto análisis. El que dice: “Quiero ir a disfrutar para salir con el espíritu gordo de tango y ya”.
V. S.: –Es un tema delicado. Yo soy muy respetuosa del género. No me gusta escuchar a un rockero cantando tango si no se toma el trabajo previo de conocerlo. Como tampoco me gusta cantar disfónica con el escudo de “soy arrabalera, tengo mugre”. Si se puede ser arrabalero y tener un buen rendimiento vocal, ¿por qué tener que elegir entre una cosa u otra?
–¿No sienten que demasiadas letras fueron escritas por y para hombres?
V. S.: –La realidad actual hace que muchas letras escritas por hombres le quepan perfectamente a una mujer. Por ejemplo, lo de “hoy no hay guita ni de asalto y el puchero está tan alto que hay que usar un trampolín”, un ama de casa que está remando sola con tres pibes ¡¿sabés cómo te lo canta desde las entrañas?!
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