Es una de las orquestas más jóvenes del país. Y también es una de las que tiene mayor proporción de jóvenes. Fue creada en 2000 y comenzó sus actividades un año después. Tanto sus integrantes como sus directores accedieron a sus puestos por rigurosos concursos. Pero lo más llamativo de la Sinfónica de Salta es el perfil que se ha ido definiendo en estos años. Es la única orquesta que ha grabado discos recientemente y que ha incluido allí lo que podría considerarse parte del canon sinfónico argentino. Y en sus programas, lejos de subestimar a su público, lo desafía. Y la audiencia lo agradece. Como cuando ovacionaron la infrecuente interpretación del Poema del éxtasis, de Alexander Scriabin.

Su director actual es Jorge Lhez, un cordobés nativo de Río Cuarto que se formó en su provincia y se perfeccionó en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, en la Universidad de Hartford, Estados Unidos, con Harold Farberman, y en Brasil, con Eleazar de Carvalho. “Estuve como asistente de Felipe Izcaray (el maestro venezolano que la condujo en su fundación) y asistí a su crecimiento”, dice a Página/12. La orquesta, por otra parte, no se queda quieta. Hoy a las 20.30 tocará en Buenos Aires, en el Templo Amijai (Arribeños 2355), junto a los ganadores del 2º Concurso Internacional de Violín Buenos Aires 2012, organizado por esa institución y por el notable violinista Schlomo Mintz, quien fue presidente del jurado. Mariana Vasileva y Erzhan Kulibaev interpretarán, respectivamente, el Concierto para violín y orquesta, en Re mayor, Op. 61, de Ludwig van Beethoven, y el Concierto para violín y orquesta, en Re mayor, Op. 35, de Piotr Ilich Tchaikovsky, y la orquesta comenzará con Inti Raymi, de Esteban Benzecry. Mañana, la Sinfónica de Salta estará el Teatro Argentino de La Plata y el jueves 26 en el Teatro Municipal de Quilmes. Ambos conciertos serán a las 20 y allí la orquesta hará Danza de la ópera Huemac, de Pascual de Rogatis; Inti Raymi, de Benzecry; Candombe, de Lamarque Pons; Danzón Nº 2, de Arturo Márquez, y Santa Cruz de Pacairigua, de Evencio Castellanos.

“Somos conscientes del papel de una orquesta nueva –explica el director–; de aquello a lo que nos compromete pero, también, de las posibilidades que nos da. La elección del repertorio, por ejemplo, la vamos pensando para completar la formación de la orquesta, para que pueda tocar todos los estilos y músicas de naturalezas bien diferentes entre sí, pero también del público de Salta. Hay que pensar que una gran cantidad de las obras que tocamos son estrenos absolutos en esa ciudad y, también, que al ser una orquesta nueva, en un lugar donde no había otra, que mucho de ese público escucha una orquesta y música sinfónica por primera vez. En ese sentido hay algo que rompe todos los prejuicios y es el agradecimiento del público. Ese agradecimiento, que es muchas veces emocionado, está lejos de desaparecer cuando tocamos obras más exigentes. Cuando tocamos Scriabin, cuyo ciclo de sinfonías tenemos intención de completar, se trataba de una obra larga, densa, que requiere una gran atención, y el público estaba maravillado. Buscamos explorar la mayor cantidad de texturas posibles y trabajar en el sentido de exigir a la orquesta. De no conformarnos con aquello que ya es conocido y con lo que tenemos una naturalidad, sino ir consiguiendo que esa naturalidad se extienda a otros repertorios, cada vez más amplios.” La orquesta, que entre otras cosas encara un festival dedicado a nuevos compositores, se subdivide también en grupos de cámara y el próximo domingo 29, en la Usina del Arte (Caffarena y Pedro de Mendoza), interpretarán el Cuarteto para piano y cuerdas Op. 87 y el Quinteto para piano y cuerdas Op. 91, de Antonin Dvorak, el Quinteto de Sergei Prokofiev y obras de Paquito D’Rivera.