Viernes, 11 de mayo de 2007 | Hoy
MUSICA › STEFANO DI BATTISTA EN BUENOS AIRES
El nuevo jazz llega del Viejo Continente. Italiano y radicado en Francia, la gran revelación de los ’90 actúa hoy con un grupo que incluye al notable Eric Legnini.
Por Diego Fischerman
La historia, como otras veces, empezó por casualidad. Una revista en un kiosco, llamada Música Jazz, con un disco –en ese entonces un vinilo– de regalo. Y en la tapa de ese disco, una fotografía que lo hipnotizó: un saxo. Stefano Di Battista tenía seis años y, dice, ese disco, que tenía una selección de grabaciones de famosos saxofonistas de jazz, decidió su vida. A los trece años tocaba en la banda de su barrio, Sette Camini, en las afueras de Roma. Y de ese disco, que lo fue llevando a otros discos, recuerda a Art Pepper. “Olvidé el título del tema, pero no la impresión que me causó”, cuenta.
“Fue la primera vez que escuché un saxo tocado de manera tan diferente y personal. Allí comenzó mi pasión por el jazz, el descubrimiento de la improvisación”, dice Stefano Di Battista. Radicado en París desde hace años, alguna vez parte del grupo de Michel Petru-cciani y dueño de un sonido impactante y de uno de los estilos más originales de la actualidad, tocará hoy por primera vez en Buenos Aires, en una actuación organizada por el Instituto Italiano de Cultura de esta ciudad. Junto a un cuarteto excepcional, en el que lo acompañan el pianista Eric Legnini, Dario Rosciglione en contrabajo y Frank Agulhon en batería, Di Battista llegará para presentar su CD más reciente, el excelente Parker’s Mood, publicado por Blue Note. Allí, como en el inicial Volare, de 1997 –un debut discográfico espectacular, que arrasó con todos los premios existentes en Francia–, el pianista es el que llega con él a Buenos Aires para tocar esta noche a las 23 en La Trastienda (Balcarce 460). “Es mi otro yo. Es mi doble en el piano”, asegura el saxofonista. “Entre nosotros no es necesario hablar. Es inútil. Cuando toco con él tengo la extraña impresión de que dialogo conmigo mismo. Tiene una sensibilidad muy rica, es un músico distinguido, muy elegante, con un oído increíble, que comprende todo al instante. Un día, cuando estábamos tocando, hizo algo tan bello que me sorprendí llorando. Fue la primera vez después de haber tocado con Petrucciani.”
Di Battista conoció a Petrucciani en Roma. “El se acercó después de un concierto y me felicitó. Pasó el tiempo y un día Flavio Boltro –el trompetista con el que formó su primer quinteto importante en Francia– me llama para decirme que Petrucciani lo había llamado para que integrara su nuevo sexteto. Me alegré, por supuesto, pero en mi fuero interno lamenté no ser parte de ese grupo. En el momento no lo sabía, pero los saxofonistas convocados, primero Dave Valentin y después James Moody, finalmente no siguieron con el grupo. Y, para mi sorpresa, Petrucciani me llamó cuatro días antes de la primera actuación programada. La noche en que debía comenzar con el sexteto de Petrucciani, yo tenía pactada una actuación en el Festival de Bérgamo. Nunca me sentí tan contento por cancelar un concierto.” Egresado del conservatorio a los 21 años, Di Battista considera, sin embargo, que su único maestro fue el saxofonista Massimo Urbani, a quien define como “un autodidacta genial, que conocía al jazz como debe conocérselo, con el oído”. La presentación del cuarteto de Di Battista, como la visita del año pasado del formidable dúo del trompetista Enrico Rava y el pianista Stefano Bollani, pone en escena, además del protagonismo de los músicos de jazz italianos, hasta qué punto las cuestiones de fronteras han desaparecido por completo del género. En todo caso, ya hace tiempo que las propuestas más interesantes llegan desde afuera de Estados Unidos, donde la necesidad de cuidar la tradición acabó por paralizar el impulso de novedad.
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