Viernes, 13 de abril de 2007 | Hoy
LITERATURA › OPINION
Por Angélica Gorodischer *
Kurt Vonnegut fue para mí algo más que un amigo íntimo. Lo frecuenté desde sus primeros libros llegados a la Argentina, también lo leí en inglés, creo que he leído casi todo lo que escribió –seguramente no todo, porque era un escritor prolífico–. El tenía algo fascinante: trascendencia en lo que decía. Las suyas no eran novelas prolijitas y políticamente correctas, de esas que se ven tanto ahora; todo en él era un tirarse a la pileta a ver si hay agua o no. Haciendo gala de esa imaginación brutal era capaz de encontrar lo invisible detrás de lo visible, y lo visible es lo que debe interesarnos a quienes escribimos.
Nadie escribe solo o sola, siempre tenemos a alguien detrás, porque hace seis mil años que la humanidad está escribiendo. A Vonnegut yo lo he sentido muchas veces a mis espaldas, mirando lo que escribía, y probablemente pensando: “¡Cuántas estupideces que dice esta mujer!” Pero a lo mejor aprobó algunas cosas, y con eso me basta. Voy a extrañarlo mucho, aunque pueda seguir leyéndolo.
* Escritora.
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