“El efecto de la tele, por lo menos en Buenos Aires, es impresionante –dice Sasturain en torno de Ver para leer, el programa que conduce los domingos a la medianoche–. Es un canal popular, se trata de un programa comercial, hecho con los criterios de Telefé, pensado para que lo vea mucho público, y esto se nota en la calle: la gente no sabe bien quién sos, pero sos el gordo pelado de la tele que habla de libros. Te paran los chicos, te para un motoquero y te dice: ‘¡Aguante lolibro, Juan!’ Eso no significa absolutamente nada más: te vieron, te relacionan con eso. Para muchos, la tele hoy en día funciona como lugar de existencia y legitimación. Pero no sé cómo se puede trasladar afuera, si voy a vender o no algún puto libro más a partir de eso. Es obvio que no me voy a convertir ni en mejor ni en peor escritor de lo que soy, ni voy a ser más o menos serio. En general, me da la impresión de que el programa cayó bien: había muchas posibilidades de que pasara eso. Las pocas veces que nos pegaron dijeron que es superficial y que de libros no hablamos un carajo, que liquidamos a Kafka en veinte segundos: es rigurosamente cierto. Pero el programa no tiene otra intención que ésa: es como vacunar a favor de los libros. Que el mecanismo de acercamiento a los libros no sea sólo a partir del acartonamiento. Los escritores somos escritores cuando escribimos, nada más; ahí volvemos al principio de la entrevista, la construcción de la figura, la mistificación. Ir contra eso me parece saludable. Que los muchachos aparezcan charlando o jodiendo. Es fabuloso verlo a Piglia haciendo ikebana en el Jardín Japonés.”