Jueves, 30 de octubre de 2008 | Hoy
CINE › INCóMODOS, DE ESTEBAN MENIS, CON SANTIAGO ALTARAZ, IVáN MOSCHNER Y CAROLINA TEJEDA
La ópera prima de Esteban Menis, que guarda cierto aire de familia con la uruguaya Whisky, propone una comedia hierática protagonizada por un triste trío integrado por dos treintañeros y un cuarentón largo, tímidos, retraídos, inmaduros y... neuróticos.
Por Horacio Bernades
“Cuando éramos chicos, todo era más divertido”, dice una de las frases promocionales de Incómodos, y da en el clavo: aunque hace rato que dejaron de serlo, sus protagonistas se siguen comportando como chicos. Chicos nada divertidos, eso sí. A Nicolás la novia acaba de dejarlo, porque se patinó todos sus ahorros en un Scalextric. Ahora que le encargaron llevar las cenizas del abuelo a Miramar, parecería cargar en la urna a la familia entera como peso muerto. Treintañera como él, la familia de Abril tampoco es de las que dan alas. La chica trabaja en un peaje y habla como quien repite textos ajenos, mirando siempre hacia abajo. Al más veterano de los tres, el calvo Alfred, sus compañeros lo echaron de un conjunto de baile sincronizado. Tal vez lo hicieron porque verlo metido en una musculosa negra y joggings rojos es más de lo que un ser humano es capaz de asimilar.
El triste trío de Incómodos parece una réplica del de Whisky, con unos años menos y ligeros cambios. En lugar de una ruinosa fábrica de medias, una juguetería. En lugar de Piriápolis en invierno, Miramar en invierno. En vez de tres veteranos solitarios, herméticos y neuróticos, dos treintañeros y un cuarentón largo, tímidos, retraídos y... neuróticos. La ópera prima de Esteban Menis (Buenos Aires, 1977) comparte, con la película de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, el carácter deadpan. Con ese término definen los anglosajones una cierta clase de comedia hierática, de cara de palo, lo cual incluye tanto a Keaton como a Steve Carell, las primeras de Jarmusch y los monólogos de Seinfeld. Para que el deadpan funcione es esencial que todo efecto –cómico, irónico o absurdo– se disimule bajo un generalizado “yo no fui”. Que todo sea seco, neutro, lacónico. Los gags de Keaton no parecían serlo, las comedias de Rejtman no parecen comedias, los chistes de Kaurismäki son de velorio.
Dos de los actores de Incómodos transmiten esa sequedad: Santiago Altaraz, en el papel de Nicolás, y Carolina Tejeda, en el de Abril. El muy teatral Iván Moschner reemplaza el hieratismo por la caricatura, haciendo visibles los remates cómicos, los comentarios ridículos, la gestualización. Lo cual echa por tierra el efecto deadpan. Aunque hay que reconocer que ese trabajo de hipercomposición no le sienta del todo mal a un personaje que por momentos orilla lo siniestro. Otro es el caso de Abril. Aunque intente disimularlo, es evidente que desde un primer momento queda prendada de Nicolás. Pero como el otro es una máquina de titubear, se ve obligada a guardarse lo que le pasa, a disimular, recurriendo a alguna excusa medio chambona para traficar un beso.
Yendo en contra de unos textos que tienden a estupidizarla –peso con el que sus laderos también deben cargar–, Carolina Tejeda trabaja admirablemente la doble cuerda de su personaje, dándole volumen. Cosa que no sucede en absoluto con Alfred, que de una punta a otra de la película se mantiene aferrado a los mismos tics. A Nicolás, en cambio, algo le crece: la infección de una muela, que termina por dolerle tanto como el abandono de la novia. Menis observa todo esto como corresponde: moviendo la cámara poco y nada, potenciando tiempos muertos, trabajando la frontalidad y la escasa profundidad de campo e introduciendo, en ocasiones, un absurdo leve y eficaz. Como la aparición de un trío de dobles o el muy buen final, relectura a distancia de un famoso gag hermético de Belle de Jour.
Como sus personajes, Menis parece enamorado de ciertos tics. Confundir adolescencia tardía con abombamiento mental es uno de ellos. Otro, las distracciones narrativas, perfectamente prescindibles: el robo de un arbolito de Navidad, la monja civil que trabaja en auxilios mecánicos, algún sueño o fantasía de los personajes. Otro tic: los secundarios innecesarios. La presencia de ciertos “famosos”, como Juan Gujis o Diego Capusotto (que hace de policía de pueblo), parece justificada sólo como guiño seudobizarro. No es el caso de Ricardo Bauleo, prácticamente irreconocible con barba blanca y anteojos negros (¿como Bill Murray en Los excéntricos Tenenbaum?), perfectamente eficaz en el papel de un misterioso, silencioso pasajero de hotel miramareño, proclive a sentarse en el taburete y ejecutar el fun machine.
6-INCOMODOS
Argentina, 2008.
Dirección y guión: Esteban Menis.
Fotografía: Martín Ati Mohadeb.
Intérpretes: Santiago Altaraz, Iván Moschner, Carolina Tejeda, Ricardo Bauleo, Juan Gujis, Diego Capusotto y Muriel Santa Ana.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.