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Jueves, 1 de diciembre de 2011

CINE › TATA CEDRóN, EL REGRESO DE JUANCITO CAMINADOR

La fiel caricia de mi tierra

No es en Bélgica ni en París donde este documental se halla a sí mismo, encontrando también la razón de ser de su título, sino en Buenos Aires, cuando el Tata recorre una vez más las calles que lo vieron andar en el pasado y que ya no son las mismas.

 Por Horacio Bernades

“Voy a mear y vuelvo”, anuncia solemne el Tata Cedrón en una estación de tren en Bélgica, con total despreocupación por la cercana presencia de la cámara. Y se va nomás, mientras el resto de los miembros del cuarteto musita por lo bajo “¡qué hijo de puta!”, en el sentido más admirativo que los porteños damos al término. Pero no es en Bélgica ni en París donde este documental se halla a sí mismo, encontrando también la razón de ser de su propio título, sino en Buenos Aires, cuando el Tata recorre una vez más las calles que lo vieron andar en el pasado y que ya no son las mismas. “Estoy muy feliz de estar acá de nuevo”, le comenta a alguien poco antes de presentarse en el escenario del Bicentenario, comparando favorablemente la calidad de vida de Buenos Aires con la de Europa: la más pura tradición tanguera. Y eso que desde hace casi medio siglo la más ortodoxa tradición del tango considera a este recuperador de las más arcaicas tradiciones tangueras poco menos que un hereje.

Presentado, entre otros festivales, en las últimas ediciones del DocBuenosAires y Mar del Plata, cuando focaliza en lo que el título indica, Tata Cedrón, el regreso de Juancito Caminador halla una organicidad que hasta el momento se mostraba reacia. En su primer tercio, el documental escrito y dirigido por Fernando Pérez parece no terminar de decidir qué mostrar del Tata: si los sin duda perlados fragmentos de archivo en los que un Tata de cabello renegrido se presenta en París junto a una de las formaciones clásicas (Miguel Praino en viola, César Stroscio en bandoneón, Carlos Carlsen en cello y bajo eléctrico), estigmatizando a la dictadura militar, o como recién salido, junto a otros exilados, de Las veredas de Saturno (por el blanco y negro y los adoquines parisinos) o El exilio de Gardel (por el toque de algún sombrerito chic-orillero). O dejar ver tal vez a un Paco Ibáñez lleno de canas, recordando la primera vez que escuchó al cuarteto en el café concert Gotán –creado por el propio Cedrón, a mediados de los ’60–, al cantaor flamenco Enrique Morente charlando de política con el Tata, al Tata visitando la tumba de su hermano Jorge (el cineasta desaparecido, el de Operación Masacre), al Tata y restantes miembros del cuarteto actual (el superviviente Praino, su hijo Román, el bandoneonista-rocker Miguel Angel López) de gira por Europa en años recientes, o al Tata encontrándose de pura casualidad con su discípulo Eduardo Makaroff al borde del Sena.

Si todos esos fragmentos no llegan a armar un relato, desde ya que basta con que en la banda de sonido irrumpan “Los ladrones” o “Eche veinte centavos en la ranura” –no importa si ahora o antes, con una u otra formación, aquí o allá– para que de pronto todo cobre vuelo, hondura, cavernosidad y lirismo, y saltos y débiles hilvanes se disuelvan en el aire. Pero el Tata vuelve y allí el documental halla su eje, su cohesión, su espíritu. Es cuestión de acompañarlo, confrontando presente y pasado en los barrios en los que vivió (Saavedra, La Boca), recordando un primer encuentro con un Piazzolla inconfundiblemente altanero o los tiempos míticos de Gotán (“tocábamos todas las noches Astor, Rovira, el Cuarteto, Jaime Torres, la Negra Sosa...”), evocando a Gelman, Tuñón o Carlos de la Púa, resolviendo con un “¡Viva Perón!” la incómoda discusión con un señor que se queja de que La Boca no es lo que era (“ahora hay puros paraguayos, bolivianos, coreanos, y casi ni un argentino”), tocando la sublime “Mano blanca” durante los festejos del Bicentenario, cruzándose con Salgán, Leopoldo Federico y otras glorias del tango (que, para ser sinceros, dan la impresión de ignorarlo olímpicamente), recibiendo saludos de cualquiera o de cualquier funcionario, quebrándose en la Legislatura el día que lo nombran Ciudadano Ilustre, memorando bellamente tiempos idos, los años de la infancia, una ciudad que ya no es, solidaridades familiares, lealtades amistosas, nieblas del Riachuelo y generosidades de militancia, o tocando gratis y en la vereda, en ese experimento inconcebiblemente porteño que es La Verdulería de Villa del Parque, mezcla de boliche, sociedad de beneficencia y quimérico centro cultural.

En la banda de sonido siguen sonando los temazos, el Tata busca la sombra de un tal Pascual, vecino suyo en La Boca cuando en La Boca eran todos tanos, da una clase magistral de ética y estética tangueras (que podría llamarse “Contra el chanchán”) y uno tiene ganas de que Juancito Caminador nunca deje de caminar.

7-TATA CEDRON, EL REGRESO DE JUANCITO CAMINADOR

Argentina, 2011

Dirección y guión: Fernando Pérez.

Fotografía: José María “Pigu” Gómez.

Intérpretes: Juan “Tata” Cedrón, Miguel Praino, Román Cedrón, Miguel Angel López, Paco Ibáñez, Enrique Morente y Eduardo Makaroff.

Estreno en los cines Gaumont, Arteplex Belgrano y malba.cine

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El film de Fernando Pérez confronta presente y pasado en los barrios en los que vivió el Tata.
 
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