Jueves, 31 de agosto de 2006 | Hoy
CINE › “LA CASA DEL LAGO”
Por Horacio Bernades
Hollywood no quiere artistas con inquietudes. Lo que quiere son engranajes en la máquina, como ya lo comprobaron antes el mexicano Alfonso Cuarón y el brasileño Walter Salles. En su ingreso a Tinseltown, a Alejandro Agresti le tocó en suerte versionar Il Mare, melodrama romántico coreano de ribetes fantásticos, estrenado a mediados de los ’90. Hay engranajes que encajan mejor que otros y es así como, a cambio del anonimato que la industria audiovisual exige de sus contratados, Agresti logró consumar un producto que de indigno no tiene nada.
Promocionada reunión de Keanu Reeves y Sandra Bullock, una década larga después de Máxima velocidad, siguiendo la idea central de Il Mare (vista aquí en un ciclo de cine coreano, en la sala Lugones), La casa del lago impone al espectador, sin explicaciones de por medio, un presupuesto de ciencia ficción. Por alguna razón que seguramente hubiera divertido a Einstein, el arquitecto Alex Wyler (Reeves) y la doctora Kate Forster (Bullock), que no se conocen, descubren que pueden comunicarse a través del tiempo, con un buzón de correos como versión reducida de la máquina wellsiana del tiempo. El buzón de correos de su casa, ya que ambos viven en la misma mansión junto al lago, en las afueras de Chicago. Pero no al mismo tiempo: Kate la ocupa en el año 2006, después de que Alex, que lo hizo dos años antes, la haya puesto en venta.
Tan solitario uno como la otra, no les costará mucho enamorarse por vía epistolar. Que lo hagan obedece a razones casi tan indiscernibles como el curioso rulo en el tiempo que el guión (escrito por David Auburn, autor de La prueba) practica. Rulo cuyos hilos esta versión parece empeñada en dejar a la vista, a la inversa de la original, que los disimulaba con astucia. En virtud de los caprichosos cruces temporales, se hará necesario suponer aquí que una persona puede no reconocer al amor de su vida en el hombre al que una camioneta acaba de atropellar. Así como concebir la posibilidad (digna de Volver al futuro) de borrar una muerte ya acontecida, por obra y milagro del desorden temporal. El otro terreno en el que La casa del lago pierde en relación con Il Mare es producto del tradicional rechazo de Hollywood por el minimalismo. Mientras que el film coreano mantenía la historia ceñida a sus dos protagonistas, aquí se agregó a una serie de secundarios (el padre de Alex, la mamá y el novio de Kate) que no van más allá del mero relleno.
Si a pesar de todas esas objeciones La casa del lago funciona es por la convicción con que Agresti apostó al melodrama, que va tomando forma cuando se comprende que, por mucho que intenten burlar a Cronos, los amantes jamás podrán encontrarse. Confiando en el material que tiene entre manos, el realizador de Valentín se abocó a narrar con delicada fluidez, comunicando con eficacia la tristeza que toda historia de amor imposible debe transmitir. Eficacia: eso espera Hollywood de sus contratados, y eso es lo que Agresti le ha dado.
(The Lake House) EE.UU., 2006.
Dirección: Alejandro Agresti.
Guión: David Auburn, basado en la película Il Mare.
Intérpretes: Keanu Reeves, Sandra Bullock.
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