Sábado, 17 de marzo de 2007 | Hoy
CINE › EL DIRECTOR AJ SCHNACK HABLA DE SU DOCUMENTAL SOBRE KURT COBAIN
El periodista y realizador AJ Schnack accedió a unas cintas de audio con entrevistas al legendario líder de Nirvana y con ellas realizó un film que ofrece una imagen muy diferente del ensimismado Cobain de Last Days y que ilumina el último tramo del Festival Internacional de Mar del Plata.
Por Mariano Blejman
Desde Mar del Plata
De Kurt Cobain aparecen apenas las ciudades donde vivió y algunos shows filmados desde atrás. Prácticamente no hay imágenes del personaje de frente, sino más bien un merodeo por los contornos de un músico que se convirtió en caja de resonancia de la cultura joven a principios de los años ’90. Y todavía sigue siéndolo. Lo más sólido del film Kurt Cobain: About a Son es la entrevista que Michael Azerred le hizo entre diciembre de 1992 y marzo de 1993, un año antes del suicidio de Cobain. O la conjunción de ambas cosas que logró el director AJ Schnack, alguna vez periodista, amigo de Azerred a quien convenció de usar esas cintas de audio que permanecieron guardadas más de diez años para la película.
Kurt Cobain: About a Son (Sobre un hijo) se encuentra, de algún modo, en la vereda opuesta de la versión libre que hizo Gus van Sant en Last Days, donde relata los supuestos últimos días del líder de Nirvana. Si en Last Days se lo veía a Cobain desorientado, meditabundo y casi balbuceando entre los millones que había ganado, aquí la imagen termina siendo mucho más amigable, en el contexto de una larguísima entrevista donde habla de su infancia, su sospecha de ser él mismo un extraterrestre, cuenta sobre las palizas que le propinaba su padre, la bohemia de la ciudad de Olympia, la muerte del rock y su propia muerte. “Soy producto de una Norteamérica arruinada”, se le escucha decir a Cobain en About a Son. “La imagen es casi fantasmal”, cuenta AJ Schnack a Página/12 en Mar del Plata.
–¿Cómo accedió al material?
–Conocí a Michael Azerred unos años antes. Lo entrevisté para mi primer film, Gigantic. Nos hicimos amigos y comenzamos a escribir sobre Kurt. El me dijo que tenía estas grabaciones que no había escuchado después de su muerte. Un año después le pregunté si estaba interesado en hacer una película con las cintas. Lo primero que dijo fue “déjame pensarlo”, y voilà.
–¿Qué sintió al escucharlas?
–Sabía que las entrevistas eran importantes, y eran íntimas y de las más completas que Kurt había dado. Eran más unas conversaciones. Escucharlo fue una experiencia extraña. Escuché las cintas solo en un cuarto y lo extraño es que era la voz de mi amigo, Michael, que habla y la otra es de esta vitalidad de Cobain, muy viva, muy divertida, dolorosamente loca. Y de pronto olvidé que él estaba muerto y que había estado muerto por diez años. Uno se olvida que la persona no está aquí, y es por eso que hicimos el film.
–¿Hubiese hecho un film sobre Cobain sin las cintas?
–No, no lo hubiera hecho. Es una figura cultural aún más que musical en Estados Unidos. Kurt Cobain es la primera persona de mi generación que tuvo plataforma para hablar de los cambios sociales en los últimos años. Habló de los divorcios, de las ciudades pequeñas que se convierten en más prototipos y muestran su furia. Cuando él las dice se hacen muy interesantes. No es sobre el músico, sino sobre el hombre. Para mí es importante. Es más esa idea de ser la voz de mi generación, más que el hecho de ser un rockstar.
–¿Y en el presente?
–Simboliza algo fuerte para los de mi generación.
–¿Su figura es una sombra o un fantasma?
–Es un sueño. Estás escuchando a alguien que te cuenta sobre su vida, estás viendo los lugares donde vivió: su escuela, su trabajo, las calles donde anduvo, y da una especie de sueño febril. Pero en algún lugar quería que el film estuviera detrás de eso. En algunas culturas cuando sabes que estás por morir, pones tu vida en perspectiva. Es una especie de poema de la muerte. Las imágenes son de su entorno. La música es la música que él escuchaba: es un sueño, pero también un punto de vista.
–¿Cómo fueron “sus” ciudades?
–Esos son lugares muy importantes en sus inicios. Su vida es una batalla entre Aberdeen y Olympia. Una es una muy masculina e industrial, otra es bohemia, con una gran comunidad estudiantil. Es una lucha entre ser una estrella o no ser una estrella.
–¿No estarán pensando en convertir a Cobain en una atracción turística?
–Bueno... algunas personas en Aberdeen quieren hacer algo, pero están divididos, no saben qué hacer. Hay gente en Aberdeen que no quiere que hagan nada. Sienten que glorifican a un personaje que tomaba drogas y se suicidó. Olympia es muy protector, más que nadie. Allí estaban muy nerviosos sobre lo que íbamos a filmar. No querían que hicieran algo inapropiado, pero no hay nada hecho realmente.
–¿El tiene una presencia fantasma?
–Hay una clase de daño psicológico, de gente que piensa que podría haberlo cuidado mejor. Hay gente que siente que podría haber hecho algo y haberlo salvado. Tuvo un tiempo verdaderamente corto en la cresta de la fama. No más de dos años y medio. Y durante el tiempo de expansión masiva, estuvo constantemente deprimido. Cuando uno es tan grande, y se mata a sí mismo, la gente quiere saber por qué lo hizo.
–¿Es irónico que quien representa a una generación se haya matado?
–Para alguien que protege a su mujer y su hijo de los tabloides sensacionalistas, y comete un suicidio que abre el abanico para los mismos tabloides con el tema de la conspiración, tal vez “irónico” no es la mejor palabra, pero seguramente es triste.
–¿Qué opina de Last Days, de Gus van Sant?
–Sin duda, el director es una influencia para mí. Empecé a pensar el film después de Last Days. Pero ese film muestra a un Kurt evasivo, drogado, inanimado, inexpresivo. Cobain era una persona muy sensible, muy interesante. Y si quieres verlo como contrapunto, About a Son sirve para dar un contrapunto. Cobain no era quien parece ser en el film de Van Sant.
Kurt Cobain: About a Son se verá hoy sábado a las 20.45 y a las 23.15 (siempre en el Paseo 4). La segunda función es con entrada gratuita, en el marco del “Maratón”.
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