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Miércoles, 14 de marzo de 2007

DISCOS › EDICION DE DOS CD Y UN DVD DE JOHNNY CASH

El renacimiento del héroe

Parte de sus American Recordings y Cash In Ireland empiezan a saldar la deuda local con un músico que fue más allá del country.

 Por Roque Casciero

A principios de los ’90, Johnny Cash era una de esas figuras a las que se reverenciaba por su pasado, aunque con una mirada casi de condescendencia. En 1985, durante una crisis del mercado discográfico, el sello Columbia lo había echado (el mismo año en que se deshizo de Miles Davis) y sus trabajos para Mercury no había levantado vuelo, aunque sus conciertos siempre se llenaban de fans nostálgicos que se conformaban con ver al menos algún destello de aquel “fuera de la ley” que había grabado los monumentales At Folsom Prison y At San Quentin. Y entonces, casi como un marciano peludo, apareció Rick Rubin, productor de hip hop y heavy metal, a proponerle a Cash que firmara para su sello American. Por extraño que pareciera, ése fue el comienzo de los American Recordings, que significaron el renacimiento de un Johnny Cash que ya andaba cerca de los 70. Más vale tarde que nunca, dice el refrán, que vale repetir ahora: dos de esos discos finales de Cash acaban de ser publicados en la Argentina, donde hasta hace poco era imposible conseguir más que una recopilación. Y hay más, porque también apareció un dvd, Cash in Ireland con una grabación de 1993 que, aunque su packaging aparente una conexión con los American Recordings, se trata del clásico “Johnny Cash Show” que el cantante presentaba con hits de antaño, rodeado de amigos y familiares, y con una escenografía que parecía sacada de un vetusto programa televisivo.

El concepto que aplicó Rubin en los American Recordings fue sencillo y brillante: reinstalar la figura del marginal con canciones de crímenes, soledad, búsqueda y desengaño, propias y ajenas, y despojarlas de los clichés del country al estilo Nashville. Con la guitarra acústica y el barítono del Hombre de Negro iba a ser más que suficiente, decía Rubin, que tuvo razón. En 1994, mientras grababan el primer volumen, el productor convenció al cantante de que testeara su nuevo material en el Viper’s Room de Los Angeles, propiedad de Johnny Depp. En ese local copado por la generación X, un Cash nervioso salió a escena solo con su guitarra. Cuando se le terminaron las canciones flamantes, la gente pedía más. Entonces, June Carter, la esposa del cantante, le dijo que intentara con alguno de sus viejos hits. Tocó “Folsom Prison Blues” y el sitio estalló. Johnny Cash renació en ese escenario. Y por eso dos canciones grabadas en esa noche forman parte del álbum. Entre el resto hay verdaderas joyas, como “Delia’s Gone” (humor y crimen, fórmula de oro para Cash), “The Beast in Me” (los demonios internos exorcizados) y “Bird on a Wire” (sólo Cash puede cantar más grave que Leonard Cohen).

Solitary Man es el otro trabajo publicado aquí, en el que la dupla Cash–Rubin regresó al concepto del primer disco después de haber testeado con una banda de rock (los Heartbreakers de Tom Petty) en el segundo volumen, Unchained. Además de temazos propios como “Solitary Man” y “Before my Time”, en Solitary Man Cash le sacó brillo a “One” (U2) y “The Mercy Seat” (Nick Cave), aunque su voz ya empezaba a mostrar más tonos grises. Lástima que las reediciones no incluyeron los demás trabajos, porque en The Man Comes Around (el cuarto volumen) hay versiones de “Hurt” (Nine Inch Nails) y “Personal Jesus” (Depeche Mode) que ponen la piel de gallina; y el último y póstumo A Hundred Highways, que llegó al tope del chart norteamericano, es casi el testamento del Hombre de Negro.

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Cash, el auténtico hombre de negro.
 
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