OPINION
El vicio de la belleza
Por maria fasce*
Un famoso escritor alemán decide emprender un viaje exótico para satisfacer sus crepusculares deseos de una nueva pasión. El destino es Venecia, asediada por la epidemia del cólera, y Tadzio, un adolescente de una belleza tan enferma como la de la ciudad. Así puede resumirse el argumento de La muerte en Venecia, pero como sucede con las descripciones de objetos y personas bellas, lo esencial escapa al retrato, a menos que se hable de otra cosa. Cuántas cosas pensamos mientras leemos a Mann. Ese viejo que se maquilla y se tiñe el pelo se erige en prototipo: basta abrir cualquier revista para verlo encarnado en esos actores y actrices, políticos y cantantes que se resisten a verse envejecer. Pero la repugnancia o la risa cambian de signo cuando es el propio protagonista el que entra a una peluquería para rejuvenecerse porque “como todo enamorado, deseaba gustar”. El lector traslada ahora su piedad desde ese escritor que descubre que escribir un ensayo sobre lo bello no lo ayuda a mitigar su deseo, a la mujer que tiene sentada a la mesa de enfrente del bar con la cicatriz del lifting todavía visible en el borde del peinado, e incluso a sí mismo.
Mann también se compadece. No puede otorgarle el amor a su protagonista, pero sí la muerte más deseable: Aschenbach muere mirando a Tadzio, que le sonríe desde la orilla llamándolo a su encuentro. El camino hacia la felicidad, el camino hacia el amor o hacia la belleza, son la felicidad, el amor y la belleza. Dura unos segundos, minutos o días; lo que dura quizá la lectura de este libro que es al mismo tiempo un estudio sobre la belleza y un objeto bello. Puede sonar a blasfemia o a snobismo, pero siempre preferí La muerte en Venecia a La montaña mágica. Y la Pequeña música nocturna a cualquier sinfonía de Mozart. Tienen ese poder hipnótico y embriagador propio de los amores fugaces y tormentosos. Uno puede acercarse a ellos con la ingenua convicción de que va a durar poco, pero nunca se vuelve del abismo.
* Escritora, autora de La felicidad de las mujeres, de La verdad según Virginia y de la obra El mar, que se representa en el Teatro Cervantes.
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